Ninguna enfermedad tiene una sola causa, pero ninguna enfermedad puede solucionarse realmente hasta que no se desarticulen todas sus causas y éstas difieren de persona a persona, más que de enfermedad a enfermedad. Una misma causa puede provocar diversas enfermedades según con qué otras causas se combinen y de qué persona se trate. Esto es fácilmente evidente en el caso de los lácteos como causa de enfermedad. Muchas veces con sólo dejar hasta la última gota o porción de ellos, desaparecen en poco tiempo las enfermedades que a continuación mencionaremos, lo cual es una prueba innegable de la correlación causa-efecto y esto se reconfirma más aún si al reincorporar su consumo, aunque sea ocasionalmente, la enfermedad vuelve a aparecer.
Experimente cómo cambia su salud eliminando los lácteos por completo al menos por tres meses y saque sus propias conclusiones. Su cuerpo, seguramente, no le va a mentir. Pero, por favor, no deje los lácteos sin dejar la carne y derivados, ni la carne, sin dejar los lácteos, pues el remedio, puede ser peor que la enfermedad.
Si usted cree que los lácteos son irreemplazables para el aporte de calcio pregúntese tan sólo: ¿de dónde saca la vaca el calcio que se encuentra en la leche? Las fuentes vegetales, son mejores que las animales, también para el ser humano incluyendo al bebé, con excepción de la leche materna. Tampoco le tema a la osteoporosis por dejar los lácteos, porque como verá, en vez de evitarla, la generan. Las pruebas son irrefutables.
El estudio Cornell, la más grande investigación científica del área de la Nutrición en la historia, hecho por la Universidad de Cornell, de Oxford y el Ministerio de salud de China, reveló que donde no conocen los lácteos (zonas rurales de China) casi no hay osteoporosis. Y donde más lácteos se consumen en el mundo (Suiza, Francia, Dinamarca, EE.UU., etc.) es donde más osteoporosis se encuentra. Se demostró que los lácteos roban mucho más calcio de lo que aportan y lo que aportan se deposita en lugares inapropiados, al igual que el calcio medicamentoso (picos de loro en artrosis, calcificaciones mamarias, cálculos renales y biliares, placas de ateroma calcificadas que obstruyen arterias, cataratas en los ojos, etc.).
Si su médico le dice lo contrario, invítelo a actualizarse, pero a través de información realista e independiente de intereses comerciales. Sepa que en definitiva, usted decide, porque el cuerpo es suyo. Y no olvide que aprendiendo a cocinar, se pueden hacer infinidad de manjares sin lácteos, ni carne, para seguir disfrutando de la vida y sus placeres, pero por más tiempo y con más salud. La leche de soja tiene entre 20 y 30% más calcio que la de vaca (tampoco abusarse con ella). La leche de cereales es otro excelente reemplazo (se puede usar en mayor cantidad que la de soja). El perejil y verduras de hoja también lo aportan. Las algas hiziki y las semillas de sésamo, así como las almendras, también proveen mucho calcio. Tan solo con la tercera parte de una cáscara de huevo por día, hervida en vinagre o dejada en jugo de limón con su tela interna, obtendrá todo el calcio que requiere y bien absorbible. Tome 10’ de sol por día y evite todo lo que le provoque acidez (azúcar, bebidas cola, yerba mate, café, aspirina, carne, alcohol y estrés), ya que esto roba calcio.
ENFERMEDADES GENERADAS POR LOS LÁCTEOS
1. ENFERMEDADES RESPIRATORIAS: Asma bronquial. Sinusitis y pólipos de senos paranasales. Rinitis. Fiebre de heno. Amigdalitis. Angina roja y pultácea. Faringitis. Laringitis. Pólipos laríngeos. Bronquitis aguda y crónica. Enfisema y fribrosis pulmonar. Bronconeumonía y neumonitis.
2. ENFERMEDADES DIGESTIVAS: Aftas en la boca. Glositis. Gastritis hipoclorhídrica y autoinmune. Enteritis. Enterocolitis. Síndrome de mala absorción. Colitis ulcerosa. Disbacteriosis intestinal y dispepsia putrefactiva. Colon irritable. Adenomatosis y pólipos intestinales. Hígado graso o esteatosis hepática. Pancreatitis y enfermedad fibroquística del páncreas. Litiasis biliares y litiasis de glándulas salivales. Hepatitis crónica autoinmune. Constipación y hernia.
3. ENFERMEDADES GENITOURINARIAS Y MAMARIAS: Litiasis (cálculos) de riñón. Insuficiencia renal aguda y crónica. Quistes renales únicos o múltiples. Glomerulonefritis. Pielonefritis. Síndrome nefrótico y nefrítico. Cistitis y otras infecciones urinarias a repetición, especialmente por Escherichia Coli y Proteus. Uretritis. Flujo vaginal por Trichomonas o Candidas. Lesiones en cuello uterino por HPV. Fibromas o miomas o pólipos uterinos. Prostatitis y adenoma de próstata. Quistes ováricos. Endometriosis. Displasia mamaria nodular difusa. Mastitis. Enfermedad de Paget del pezón. Esterilidad femenina o masculina con componente alérgico, autoinmune, infeccioso u hormonal.
4. ENFERMEDADES NEUROLÓGICAS, AUTOINMUNES, ALÉRGICAS Y DEL COLÁGENO: Esclerosis múltiple o en placas. Esclerosis lateral amiotrófica y otras enfermedades desmielinizantes. Lupus eritematoso sistémico. Artritis reumatoidea. Miastenia Gravis. Tiroiditis de Hashimoto y otras patologías tiroideas autoinmunes. Diabetes con componente autoinmune. Esclerodermia. Pénfigo. Retinitis pigmentaria. Hepatitis crónica autoinmune. Todo tipo de enfermedades alérgicas, incluso alergias a sustancias no componentes de lácteos ni de su adulteración. Todo tipo de colagenopatías y de enfermedades autoinmunes. Síndrome de Sjüegren. Enfermedad de Peyronet. Enfermedad de Parkinson.
5. ENFERMEDADES DE LA PIEL, PELOS, UÑAS Y TEJIDO CELULAR SUBCUTÁNEO: Esclerodermia. Eczemas. Psoriasis. Pénfigo. Eritema nodoso. Vitiligo. Verrugas. Leucoplasias. Acné. Forunculosis. Abscesos. Lesiones por herpes simple y herpes zooster (culebrilla). Micosis dérmica y ungueal. Celulitis. Alopecia. Caspa y seborrea. Dermatitis del pañal y otras formas de dermatitis. Sudamina. Impétigo. Cáncer de piel. Sarcoma de Kaposi.
6. DISLIPIDEMIAS, ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES Y FLEBOLÓOGICAS: Hipercolesterolemia. Hipertrigliceridemia y otras dislipidemías. Arteriosclerosis coronaria, cerebral, etc. Síndrome de claudicación intermitente. Várices. Adenopatías y linfangitis. Elefantiasis. Flebitis y tromboflebitis. Hiper o hipotensión arterial (presión alta o baja).
7. ENFERMEDADES INFECCIOSAS: Todo tipo de infecciones bacterianas. Todo tipo de infecciones virósicas. Todo tipo de infecciones micóticas (hongos). SIDA con HIV positivo. HIV sin SIDA. Síndrome de fatiga crónica virósica. Tuberculosis. Lepra.
8. ENFERMEDADES ENDÓCRINAS: Diabetes Mellitus con componente autoinmune. Tiroiditis de Hashimoto. Hipotiroidismo. Bocio nodular y difuso.
9. CÁNCER, TUMORES BENIGNOS Y ENFERMEDADES HEMATOLÓGICAS: Cáncer de mama, útero, ovario, colon, páncreas, vías biliares, estómago, esófago, hígado, próstata, testículo, piel y otros. Leucemias. Linfoma de Hodgkin y linfomas no Hodgkin. Tumores benignos de todo tipo y localización como hipófisis. Neurinoma del acústico y de otros nervios, cerebrales, etcétera. Anemias ferropénicas y/o con componentes autoinmunes. Mielodisplasias. Mieloma.
10. ENFERMEDADES OFTALMOLÓGICAS Y OTORRINOLARINGOLÓGICAS: Además de las citadas en (1), conjuntivitis, otitis, retinitis pigmentaria, cataratas, pterígion y orzuelos.
11. ENFERMEDADES OSTEOARTICULARES Y REUMÁTICAS: Artritis reumatoidea y otros tipos de artritis. Artrosis con o sin deformidad articular. Osteoporosis. Espondilitis anquilosante. Calcificaciones anormales en articulaciones (picos de loro) y en cualquier parte del cuerpo (arterias, mamas, cerebro, riñones, vesícula biliar, glándulas salivales, etc.).
OTRAS ENFERMEDADES: SIDA sin HIV. (Linfocitopenia “idiopática” de los CD4)
Se recuerda que por más científicamente fundamentada que estén estas afirmaciones, más que creer por la teoría, los invitamos a descubrir en la práctica, en vuestro propio cuerpo, en qué medida los trastornos que los mismos pudieran padecer, mejoran o desaparecen en tres meses de eliminar por completo tanto la carne bovina como la leche vacuna y todos sus derivados.
Tipos de mecanismos fisiopatológicos por los que los lácteos generan enfermedades
1. Reacciones alérgicas vinculadas con sus proteínas.
2. Autoinmunidad y agotamiento inmunológico relacionado con sus proteínas.
3. Transformación en microbios del excedente proteico. Caldo de cultivo. Proteínas organizadas para abrirse paso por sí mismas y así eliminarse del organismo.
4. Depósitos múltiples y anómalos del excedente de proteínas no metabolizadas y no eliminadas como bacterias u hongos (por ejemplo por uso imprudente de antibióticos ante estas infecciones). También depósitos de calcio en múltiples lugares anormales (picos de loro, cálculos, calcificaciones mamarias y arteriales, cataratas, etc.)
5. Grasas (colesterol, triglicéridos) por acción directa (arteriosclerosis) e indirecta (a través de constipación y transporte de cancerígenos liposolubles, por ejemplo).
6. Hidratos de carbono (intolerancia a la lactosa).
7. Otros componentes naturales (factor de crecimiento epitelial, de gran responsabilidad en la generación de la mayoría de los cánceres; toxicidad por exceso de vitamina D; factor XO o xantino oxidasa, más importante que el colesterol y los triglicéridos como primer factor causal de infartos y arteriosclerosis).
8. Virus, bacterias, hongos o parásitos que transportan.
9. Aditivos (teóricamente prohibidos).
10. Contaminantes naturales (por ejemplo aflatoxinas).
11. Contaminantes químicos, o bioquímicos o físicos, accidentales o por imprudencia, o por tratamientos hechos a las vacas, o a su alimento (antibióticos, hormonas, DDT, sustancias radioactivas, etc.) Se han detectado 29 antibióticos en la leche.
12. Robo de nutrientes (calcio y otros minerales y vitaminas, inadecuada proporción calcio/fósforo).
1) Reacciones alérgicas vinculadas con sus proteínas
El nutricionista John Mc Dougall, señala en “Dairy Products and Eggs are avoided on a Health” que los lácteos son la principal causa de alergias alimentarias, lo mismo señala el Dr. Frank Oski en “Don’t drink your milk”. Si bien la Asociación Americana de Pediatría desaconsejó su uso en niños y recientemente el jefe de Gastroenterología del Hospital de Niños de La Plata afirmó en declaraciones periodísticas que el 80% de los chicos son alérgicos a la leche, esto también es válido para los adultos, incluso para los productos derivados de la misma.
Se han detectado 25 antígenos (proteína foránea que genera una respuesta inmunológica) diferentes en la leche. La caseína, la lactoalbúmina y la gamaglobulina bovina son de las más antigénicas y de difícil digestión y no sólo se las encuentra en los lácteos, sino en forma de caseinatos. Se la incorpora en muchos medicamentos e incluso en suplementos nutricionales que se les aporta a pacientes en estado terminal, agravando su proceso, y en productos que la gente cree muy naturales y saludables. Valga recordar que de la caseína se extrae el poderoso pegamento conocido como “cola de carpintero”. Es muy importante conocer la composición de cada medicamento o suplemento nutricional o alimento que se ingiere para poder superar las diferentes formas de alergia, ya que éste es uno de los ejemplos de patologías que pueden tener respuesta del todo o nada, de la misma forma que si uno es alérgico a la penicilina, con un solo comprimido puede tener una respuesta máxima. Con la alergia a las proteínas de los lácteos o a los antibióticos que se le suelen agregar, pasa lo mismo.
La caseína es la más abundante de las proteínas de la leche y el 40% de la misma es indigerible y favorece también la dispepsia putrefactiva, la constipación, etc. La Dra. Charlotte Cunningham Rundles expuso sobre sus extensas investigaciones en este tema en el “Simposio sobre Nutrición, Infección y Sistema Inmunológico”, organizado en 1986 por el Instituto de Nutrición Humana, en el Colegio de Médicos y Cirujanos de la Universidad de Columbia. Según afirma, el tracto intestinal tiene un rol fundamental en evitar la absorción de un antígeno a la sangre, en primera instancia a través de la secreción y reciclaje de un conocido anticuerpo llamado inmunoglobulina A (IgA). El mismo se segrega en la mucosa de intestinos, pulmones y otros órganos. La superficie de absorción intestinal es, de lejos, el mayor contacto del cuerpo con el exterior (aproximadamente 300 metros cuadrados es la superficie de todos los pliegues intestinales en un adulto normal). Por lo tanto deben ser inmensas las cantidades IgA que deben segregarse para proteger permanentemente al organismo de todos los trastornos que provocaría que tantas sustancias extrañas entraran directamente al torrente sanguíneo. En circunstancias normales, las proteínas bovinas de lácteos y carnes, al igual que todas las demás, deberían ser degradadas en los aminoácidos que las constituyen. Absorbidos como tales, el organismo los lleva por la sangre hasta las células para que allí se produzcan proteínas propias que no perjudiquen, sino beneficien al organismo. Además, aquellas proteínas que se ingieran en exceso o que no se digieran, deberían ser retenidas en el intestino y excretadas con la materia fecal.
Parece ser que la carencia de IgA secretoria es una de las deficiencias inmunológicas más comunes y menos diagnosticadas. Esta condición es normal en el feto y en el neonato por la inmadurez inmunológica, pero la leche materna suministra la IgA necesaria para lograr el desarrollo e integridad funcional de los intestinos y del aparato respiratorio del niño en desarrollo, mientras que la leche vacuna carece totalmente de este anticuerpo esencial. Por este motivo, aportar proteínas tan antigénicas como las de la leche de vaca a un bebé o a un niño, con sus intestinos, sus pulmones y su sistema de defensas aún inmaduro, es uno de los más frecuentes errores, tanto de los padres, como de los pediatras y nutricionistas. También, si tenemos en cuenta que cuanto más antigénico sea lo que come un joven, un adulto o un anciano, más IgA y otros elementos del sistema inmunológico se tendrá que utilizar por más que en buena medida los mismos se reciclen; habrá más posibilidades de favorecer un agotamiento al menos parcial de los mismos y que con esto entren “como Pancho por su casa” las proteínas foráneas de la leche y sus derivados. Secundariamente también de la carne y otros alimentos o sustancias que aunque no sean tan antigénicas como los lácteos, gracias a éstos y a su acción mencionada, pasen a provocar respuestas alérgicas de todo tipo, tanto intestinales como respiratorias, en la piel, etc. Esto explica por qué en la clínica vemos con mucha frecuencia, que después de cierto tiempo de eliminar los lácteos por completo, mejoran parcialmente o desaparecen por ejemplo alergias al iodo, al polen o a otros alimentos, medicamentos, etc.
Este mecanismo de acción de los lácteos como causa de enfermedades está muy emparentado con el que veremos a continuación y tanto uno como otro representan quizás los dos más frecuentes responsables de la generación de la mayor parte de las patologías del listado presentado al inicio. Teniendo en cuenta que las proteínas son constituyentes naturales de la leche, al igual que las grasas, la lactosa, algunos minerales y el peligroso factor de crecimiento epitelial y que cualquiera de las variantes de la misma (descremada, en polvo, etc.) mantiene como base inamovible a las proteínas y comprendiendo lo dicho en el párrafo anterior, no hay dudas que aunque tantas veces muchas industrias lácteas hagan aberraciones con lo que se ordeña de la vaca, no son estas industrias, sino la misma vaca la que produce la peor parte de lo que recibimos en los lácteos: sus proteínas. Por lo tanto, de esto no se salva ni la leche ecológica, ni sus derivados, aunque sean tomados al pie de la vaca.
2) Autoinmunidad y agotamiento inmunológico relacionado a sus proteínas
Está demostrado que el exceso de respuestas inmunológicas provocado por una exposición muy frecuente a sustancias que el organismo no reconoce como propias, es uno de los principales factores que pueden inducir al agotamiento del sistema inmune en uno o más de sus múltiples componentes. Ya se explicó lo que sucede con la IgA intestinal. Se denomina autoinmunidad al daño provocado por las mismas defensas del propio organismo, contra sus propias células, tejidos u órganos. Son muchísimas las enfermedades conocidas desde hace mucho, donde se ha descubierto últimamente, algún componente de autoinmunidad.
En nuestra experiencia, en el 100% de los pacientes que observamos con alguna enfermedad autoinmune (el número de casos totales de cada patología se publicará en el momento en que nuestro estudio esté concluido) el factor común de todos ellos fue el consumo frecuente y casi siempre abusivo de algún tipo de lácteo, especialmente helados en la mayoría de pacientes con esclerosis múltiple, quesos en pacientes con otras patologías, etc.
Existen diferentes tipos de autoinmunidad y tanto en unos como en otros se puede demostrar alguna vinculación con la leche y sus derivados (aunque como en todo no se puede decir que sea el único factor causal). Uno de esos tipos es la producción anticuerpos que en vez de atacar elementos extraños ataca las propias células. Estos se verifican en ciertos trastornos, por ejemplo, de hígado (hepatitis crónica autoinmune), de la tiroides (tiroiditis de Hashimoto y otras formas de hipotiroidismo), pénfigo (grave afectación de la piel), diabetes autoinmune, etc. Por ejemplo, se ha descubierto que los niños con diabetes infanto-juvenil, tienen en su sangre 7 veces más anticuerpos contra la caseína (la proteína más abundante de la leche) que los adultos normales y que existen estructuras antigénicas similares en la caseína y en las células del páncreas donde se produce insulina, hormona que les falta a los diabéticos. Es elemental, atando cabos, que si la caseína puede entrar “como Pancho por su casa” al torrente sanguíneo por lo explicado en el punto precedente y puede por esto generarse a diario anticuerpos contra ella, estos pueden confundirse y atacar también a las células pancreáticas, generando una diabetes autoinmune, más aún si la predisposición genética y el consumo abusivo, de golosinas, bebidas azucaradas, postres, harinas blancas y otros elementos suman su acción (esto se ampliará al hablar de diabetes).
De la misma forma, otros antígenos de la caseína y de otras proteínas bovinas podrían asemejarse en su estructura a otras células humanas de otros órganos y de acuerdo con cuál o cuáles sean y qué otros factores se sumen, se pueden generar muchas de las enfermedades del listado visto. Lo interesante es que muchos de estos autoanticuerpos ya se pueden dosar en sangre y hemos comprobado en los casos que pudimos acceder a estos estudios y el paciente tuvo suficiente disciplina en la dieta y además volvió a controles posteriores, que el nivel de estos autoanticuerpos se reduce gradualmente hasta normalizarse. No sólo las proteínas de los lácteos generan producción de anticuerpos, lo mismo sucede con el peligroso factor XO que se verá luego. Otro tipo de autoinmunidad está relacionada con los complejos antígeno-anticuerpo (atacante-defensor) que circulan unidos por la sangre y que no alcanzan a ser englobados, degradados y eliminados por un conjunto de 18 elementos proteicos denominados “complemento”. Estos complejos se depositan en riñones, vasos sanguíneos, articulaciones, etc., generando diferentes trastornos. Se demostró que quienes tienen complejos antígenos-anticuerpos circulantes, muestran bajos niveles de complemento, dentro de los 30 a 60 minutos de tomar tan sólo 100 mililitros de leche. Si la ingesta de lácteos es mayor, la caída del complemento también es mayor y muy probablemente de acuerdo con el tipo de lácteo del que más se abuse, se reducirá más uno u otro tipo de complemento y con esto se tenderá a una u otra patología.
Por ejemplo este tipo de mecanismo autoinmune es el que se verifica en las nefritis (afecciones del riñón), algunas artritis, vasculitis y ciertas anormalidades de las funciones cerebrales. Probablemente por esta causa los lácteos de todo tipo que tanto comen los chicos, sumado a los dulces, gaseosas, chocolates, galletitas, etc. causales de caídas del azúcar en la sangre por efecto rebote que también afecta las funciones cerebrales como la memoria, concentración, etc., sean los principales responsables de los trastornos en el rendimiento escolar, más aún si el coeficiente intelectual es normal.
Otro mecanismo de autoinmunidad puede relacionarse con la caída de los linfocitos CD8 u OKT8 también llamados inmunosupresores que son glóbulos blancos o leucocitos que tienen la función de frenar la respuesta inmunológica para que no resulte exagerada. El ingreso a la sangre de sustancias extrañas altamente antigénicas (o sea altamente generadoras de rechazo inmunológico) como la de los lácteos, estimula mecanismos como los que se acaban de describir y para evitar que los mismos sigan dañando al organismo, se producen más linfocitos supresores. Su estímulo permanente pueda agotarlos y con esto la enfermedad de la que se trate (artritis reumatoidea, esclerosis múltiple, etc.) hace un pico agudo que luego se estabiliza al reponerse el nivel de linfocitos. Los tratamientos con corticoides son la mayor aberración para estas enfermedades, pues no sólo aumentan las causas de las mismas (que se analizarán al hablar de cada una) sino que también disminuyen la producción de linfocitos supresores. Cuando se los estudia en farmacología, se nos enseña que los corticoides son maravillosos medicamentos capaces de hacer que un moribundo se levante de su lecho y camine raudamente... hacia su propia tumba. Sin embargo a veces pueden salvar una vida (como en un edema de glotis), siempre que se los use en emergencias y por corto tiempo. En estos casos puede ser aceptable, pero no en enfermedades crónicas como las autoinmunes, en las que hemos visto excelentes respuestas, dejando de administrarlos por completo, pero gradualmente (no deben eliminarse de golpe).
De la misma forma como pueden disminuir o agotarse los linfocitos supresores, en otros casos pueden disminuir o agotarse los linfocitos CD4 u OKT4 también conocidos como T helpers o auxiliares de la acción de otros elementos del sistema inmunológico. Si bien su déficit puede generar infecciones de cualquier tipo, estas células se hicieron famosas gracias al SIDA, ya que en el síndrome de inmunodeficiencia adquirida suelen bajar, pero no siempre y su nivel no es parámetro tan fiel de la evolución como se cree. Si bien se demostró que el virus conocido como HIV puede destruir algunas de estas células, está demostrado que en la misma unidad de tiempo en que el virus mata una célula, el organismo en condiciones normales reproduce 30. Queda claro que el virus por sí mismo no le haría ni cosquillas al sistema inmunológico, pero si el organismo está desnutrido y/o bombardeado con drogas, antibióticos y otros medicamentos, lácteos y sobre todo prisionero de un pánico atroz por creer que se tiene un virus asesino en la sangre y contra el que no se pude hacer nada y a esto se le suma la discriminación social, la pérdida de trabajo, de pareja; aunque no tuviese ningún virus cualquier persona que pasara por lo antedicho podría (si no cambia lo que tiene que cambiar) morirse de SIDA o de algo que es exactamente lo mismo, pero sin la presencia del supuesto HIV y por eso se ha llamado linfocitopenia idiopática de los CD4. Esta es en otras palabras: caída de los linfocitos CD4 por causas desconocidas... ¿realmente son desconocidas esas causas o esas causas que nombramos son las verdaderas causas del SIDA con la presencia o no del supuesto HIV? Esto lo ampliaremos al hablar de SIDA.
Si en cambio la parte del sistema inmunológico que decae es la que se de nomina Sistema de Reconocimiento Antiblástico, que es el conjunto de elementos que reconoce y elimina a las cerca de un millón de células cancerígenas que diariamente se le llegan a producir a cualquier persona normal y a esto se le suma un vendaval de cancerígenos dietético ambientales (cuya variedad en los lácteos da para escribir un capítulo sólo con ellos) y el resto de factores cancerígenos psicosocioespirituales, lo que puede llegar a desarrollarse es un cáncer. Para ampliar información sobre estos dos primeros mecanismos fisiopatológicos y algo más de los otros, se sugiere la lectura del libro SIDA, Macrobiótica e Inmunología Natural, de Michio Kushi, Martha Cottrel M.D. y Mark Mead, Publicaciones GEA.
3) Transformación en microbios del excedente proteico. Caldo de cultivo. Proteínas organizadas para abrirse paso por sí mismas y así eliminarse del organismo
Si bien las dietas muy pobres en proteínas pueden favorecer enfermedades infecciosas, porque incluso los mismos anticuerpos son proteínas y no podrían producirse adecuadamente, está demostrado que el exceso proteico también favorece a estas enfermedades. Wilhelm Reich, uno de los científicos más brillantes de este siglo, demostró irrefutablemente en laboratorio que la generación espontánea realmente existe. Su experiencia fue filmada y reproducida por otros científicos, incluso algunos de nuestro equipo, como para que no queden dudas. Sin embargo, como este texto será seguramente muy polémico por todo lo que implica y al solo efecto de contribuir a no levantar más polvareda, para no espantar a colegas escépticos, hagamos de cuenta que la generación espontánea no existe (recordemos que no por nada Wilhelm Reich murió en la cárcel). No es necesario basarse en esto para explicar nuestra teoría con respecto a este punto, aunque sí animarse a pensar más allá de lo que le conviene a los laboratorios que venden antibióticos, antimicóticos, antiparasitarios y antivirales, solos o en cocktails on the rocks.
Hay cosas tan simples que hasta un niño podría deducir, pero que a los médicos nos cuesta mucho por toda la programación mental que nos formaron en la facultad... pero hagamos el intento. ¿Cómo están constituidos las bacterias, los virus, los hongos y los parásitos? Básicamente proteínas y algunos otros nutrientes, un ph adecuado (grado de acidez/alcalinidad) y una temperatura apropiada. Todo esto es variable según el supuesto (aunque lo indispensable de esto pudiera cuestionarse por lo antedicho). También se requiere sembrar en el caldo de cultivo, algunos pocos gérmenes de la especie que se intente hacer multiplicar. La otra pregunta es ¿qué hace el organismo cuando al mismo se le aporta un exceso cotidiano de proteínas (carne de cualquier tipo, lácteos, etc.)?. Si fuera un exceso de grasas las acumularía como tales en el tejido adiposo en diferentes órganos, vasos sanguíneos (arterosclerosis), tejido celular subcutáneo, etc.; si fueran hidratos de carbono los transformaría en glucógeno (almidón animal) o en grasas. Pero el exceso de proteínas no es tan fácil de manejar: una parte trata de eliminarse por materia fecal, otra parte se convierte en urea y se elimina por riñón con la orina. Los aminoácidos que la componen pueden convertirse en glucosa, sobre todo para compensar caídas del azúcar sanguíneo, pero muchas veces quedan, pese a esto, excedentes que justamente sirven de caldo de cultivo para diferentes organismos, cuando el resto de las condiciones (temperatura, ph, caída de las defensas, etc.) lo permita.
De acuerdo con cuáles sean esas condiciones y esas proteínas, se multiplicará un tipo de germen o bien otro tipo de los ya presentes en el organismo o eventualmente de algunos que hubieran llegado por contagio, por ejemplo. Estos microorganismos (generalmente bacterias, hongos o parásitos, o a veces virus), son en otras palabras conjuntos de proteínas y otros elementos organizados en forma de organismos vivientes, que de esta forma adquieren la capacidad de abrirse paso por sí mismos para terminar eliminándose del organismo en secreciones (pus que ellos mismos hacen formar, etc.). Si las defensas del organismo están actuando bien, limitan estos procesos ayudando a una eliminación muchas veces imperceptible (infección sin enfermedad) o perceptible: enfermedad infecciosa aguda que muchas veces puede superarse sola mejorando las defensas orgánicas y dejando de aportar elementos que se usan como caldo de cultivo (proteínas de lácteos, carnes y otras fuentes, dulces especialmente para los parásitos, etc.), desintoxicando al organismo de múltiples formas y cambiando las condiciones que enriquecían esos caldos de cultivo (ph, temperatura, etc.).
Existen hierbas, medicamentos homeopáticos, etc., que pueden no sólo demostradamente mejorar las defensas, sino también tienen acción antibiótica, antimicótica, antiviral o antiparasitaria suave como para controlar el proceso sin contradecir lo que el organismo está queriendo hacer: desprenderse del excedente de nutrientes que pasan a convertirse en basura. Sólo si la infección progresa y no se puede controlar con estos métodos, salvo infecciones graves como tuberculosis, etc., en las que hay que aceptarlos desde un principio; pasa a ser lógico, medicar con antibióticos, antimicóticos, etcétera. Lo inadmisible es que se den antibióticos de entrada, ante problemas simples, incluso en casos virósicos donde no hacen absolutamente nada más que perjudicar, ya que siempre se ha dicho que, por ejemplo, una angina virósica se cura “en 7 días con antibióticos y en una semana sin antibióticos”, ya que estos actúan sobre bacterias y no sobre virus. Últimamente, por suerte, son mayoría los que piensan dos veces antes de medicar. Si es un error estar siempre en contra de medicar, también lo es estar sistemáticamente a favor.
4) Depósitos múltiples y anómalos del excedente proteico no eliminado como microorganismos (depósitos de calcio, etc.)
Al matar esos gérmenes que estaban siendo eliminados del organismo, toda esa basura sigue quedando adentro. Según parece, las bacterias muertas o moribundas podrían ser quienes den origen a virus a los que ya no les afectan los antibióticos y como éstos pueden perjudicar las defensas, harían que la infección virósica se prolongue más tiempo. Si no siguen por el camino de la transformación en virus o en bacterias resistentes a los antibióticos empleados, otra opción podría ser que esa basura (excedentes de proteínas, grasas, calcio, etc.) se acumule formando verrugas, quistes, displasias, fibromas, tumores benignos o a la larga también malignos, si éste modus operandi se sigue repitiendo, y se suman otros factores. Es lógico pensar en estos pasos si comprendemos que estas patologías son, en definitiva, células u otras formas más o menos organizadas de proteínas y otros residuos que, por lo antedicho y por otros motivos (incompetencia de los órganos depuradores del organismo, excesivo aporte con balance positivo, etc.), no se pueden eliminar y se van acumulando.
Hace falta consultar con un médico no muy cerrado a lo ortodoxo, ni muy fanático en contra de esto, para saber cuál es el punto a partir del cual ya pasa a ser peligroso no aceptar el antibiótico que él debería indicar, y no ser automedicado, y por cuánto tiempo se debe tomar. Esto se ampliará en el capítulo de enfermedades infecciosas.
Es paradójico apreciar cómo el calcio de los lácteos no se deposita en donde se necesita (zona de los huesos que lo requieren) sino en cualquier otro lugar. Es más, como veremos roban más calcio del que aportan, siendo por esto causales de osteoporosis, como queda demostrado irrefutablemente en los más grandes y serios estudios científicos que mencionaremos al hablar de esta enfermedad.
Como se recordará, dijimos en el punto 1, que al bajar la IgA intestinal, las proteínas de la leche pueden absorberse enteras sin degradarse. El calcio de la leche y sus derivados vienen en forma de compuestos, unidos a proteínas formando, por ejemplo, caseinato de calcio. Si se absorbe de esa forma, o incluso, aunque se absorbiera como calcio aislado, o que el mismo se liberara al atacar el sistema inmunológico a esta proteína extraña, es muy probable que persista una memoria molecular similar a la que tiene una proteína por su estructura cuaternaria o disposición en el espacio, que le haga recordar para qué fue preparada en realidad esa molécula: para formar parte de la estructura ósea y desarrollar otras funciones en el ternero, que poco o nada tiene que ver con los huesos, y las otras funciones que en el ser humano debe desarrollar. Si bien esto es sólo una suposición, lo innegable es que el calcio de los lácteos, por el motivo que sea, se deposita, por ejemplo, en las zonas articulares de los huesos, formando los típicos osteófitos de las artrosis, también conocidos como “picos de loro”; o en los riñones formando litiasis o cálculos de oxalato de calcio, o en la vesícula constituyendo, junto con el colesterol, los famosos cálculos biliares. También se lo encuentra en las mamas, en forma de macro o micro calcificaciones aisladas o confluyentes, siendo estas últimas signo radiológico de malignidad tumoral, o en las arterias integrando las frecuentes placas de ateromas calcificada que las van obstruyendo, o en núcleos del cerebro, que se calcifican, o en la opacificación del cristalino, conocida como catarata, o en cualquier otro lugar del cuerpo. Serios trabajos científicos demuestran, que la leche fortificada con vitamina D y sus derivados, aumentan estos depósitos anormales de calcio.
No sólo el calcio de los lácteos puede depositarse en forma anómala sino también el calcio medicamentoso que se suele aportar desmedidamente por temor a la osteoporosis. El calcio calculado por la Naturaleza para el ser humano es otro, el que se encuentra en los alimentos que mencionaremos al hablar de saludables reemplazos. Por cierto, no sólo proteínas o calcio, son los elementos provenientes de los lácteos que pueden depositarse en forma inadecuada. Varios de los elementos que lo constituyen, también podrían seguir lo ya visto para el calcio y las proteínas. Un ejemplo muy estudiado es el de las grasas.
5) Grasas por acción directa e indirecta
Las grasas o lípidos de los lácteos, son saturadas, o sea, más densas y más sólidas y con sus carbonos unidos por ligaduras simples. Estas son las grasas que prevalecen en todos los alimentos de origen animal, con excepción del pescado de mar, donde prevalecen las llamadas poliinsaturadas. En los vegetales, prevalecen en cambio, las mono o poliinsaturadas que son menos densas, más líquidas y de más fácil digestión, con excepción del coco, cacao, y palta que presentan un considerable con tenido de grasas saturadas. En las saturadas que constituyen la leche y sus derivados, encontramos colesterol y ácidos grasos, siendo estos últimos en el organismo convertidos, por ejemplo, en triglicéridos, al unirse con glicerol (alcohol de glicerina). Tanto el colesterol como los triglicéridos, como ya es conocido por todos, se han correlacionado, cuando están en exceso, con los trastornos conocidos como arteriosclerosis y ateroesclerosis. Esto puede afectar tanto a arterias coronarias, conduciendo a la larga a un infarto de miocardio, como a arterias cerebrales, deteriorando en forma progresiva las funciones y estructuras del cerebro. También puede producirse esto en los riñones, en el intestino o en las arterias de las piernas (empobreciendo su circulación y en ocasiones obligando a llegar a amputaciones) o en cualquier parte del cuerpo.
Se ha demostrado que la leche homogeneizada, es doblemente más perjudicial para la arteriosclerosis que la no homogeneizada. La homogeneización es el proceso que permite que la grasa de la leche se subdivida en finas partículas y se distribuya homogéneamente, evitándose así la separación de la nata y el suero, para que así sea más comercial el producto. Las grasas se encierran en pequeñas partículas llamadas liposomas, que también incluyen y protegen de la digestión que normalmente harían los jugos digestivos, a un peligroso elemento llamado factor XO o enzima xantino oxidasa. Si bien esta enzima también se produce en el organismo para degradar las purinas de la dieta y convertirlas en ácido úrico, en este caso y en los lugares correspondientes no provoca riesgos para el organismo. Pero este factor XO proveniente de la leche y sus derivados, que entra al torrente sanguíneo sin escollos gracias a la homogeneización de la misma, parece ser el principal detonante de las lesiones de las arterias donde luego se depositarán grasas como el colesterol y los triglicéridos, plaquetas y minerales como el calcio, obstruyéndose gradualmente la luz arterial y el paso de sangre y/o endureciéndose las arterias, favoreciéndose también así la hipertensión arterial en personas predispuestas. En el punto 7 daremos más datos sobre el factor XO y en el de enfermedades cardiovasculares ampliaremos la información sobre lo antedicho.
Las grasas saturadas también enlentecen el tránsito intestinal y todo el mundo sabe que los quesos son, junto con la carne, los más importantes causantes de constipación o estreñimiento. Indirectamente, a través de provocar esto y de transportar toxinas liposolubles (solubles en grasas), muchas de las cuales son cancerígenas, permiten que estas toxinas por ellos acarreadas y otras no llevadas por ellos, tengan tiempo de actuar en la luz del intestino o de absorberse y afectar cualquier sector del organismo. Esto está relacionado con el cáncer de colon y de otras localizaciones y con las afectaciones hepáticas, ya que el hígado capta esas toxinas que se absorbieron debido a la constipación, para intentar bloquearlas, pero a costa de producir típicos síntomas hepáticos como: cefaleas o hemicráneas, dolor en la zona del hígado, fotofobia (rechazo por la luz), contracturas musculares (sobre todo en la región cervical), náuseas, irritabilidad con o sin hipertensión arterial, etc.
La leche, quesos, yogures y otros lácteos descremados o “dietéticos”, si bien tienen menos grasas que los enteros, como mucha gente los cree más sanos, los come más, con lo cual pueden en muchos casos, estar ingiriendo la misma o a veces mayor cantidad de grasas e indefectiblemente más cantidad de proteínas bovinas, que por lo visto pueden ser más perjudiciales que las grasas, por lo menos en cuanto a variedad de enfermedades que pueden desencadenar.
Además, existen evidencias científicas de que la caseína y quizás otras proteínas de la leche, se pueden transformar en grasas saturadas como el colesterol, lo cual implica que ni si quiera utilizando moderadas cantidades de lácteos descremados se logra hacer una verdadera prevención, y menos aún tratamiento, de las enfermedades cardiovasculares y otros trastornos vinculados con este tipo de grasas.
6) Por su hidrato de carbono (intolerancia a la lactosa)
La lactosa es un disacárido, o sea un hidrato de carbono producido por la unión de dos monosacáridos: la glucosa y la galactosa. Es el único hidrato de carbono de la leche y es característico de la leche de todas las especies mamíferas, incluso de la leche humana. Para su utilización debe degradarse en el intestino delgado preferentemente, a través de una enzima llamada lactasa. Esta se empieza a producir en el tercer trimestre del embarazo y declina sustancialmente luego de los primeros años de vida.
Se verificó que cuando se aporta leche de vaca antes de los 3 meses de vida, más rápidamente va disminuyendo la producción de la lactasa intestinal. Cuando por excesivo aporte de la leche o por déficit en la producción de lactasa, quede lactosa sin degradar, ésta pasa al intestino grueso donde es atacada por la flora intestinal que la convierte en ácido láctico por putrefacción y fermentación. La mayor parte de los productos de este proceso son tóxicos e irritantes, incluyendo éteres, ácidos y algunas áminas, como la tiramina y las cancerígenas nitrosaminas. Todo esto genera también una acidificación de la sangre que se verifica en un aumento del hidrógeno en la respiración de personas que padecen este trastorno, muchas veces no diagnosticado. Pueden producir gases, inflamación y dolor intestinal, con o sin diarrea, tanto en niños como en adultos que lo padecen, y desaparece al poco tiempo de dejar los lácteos por completo. Al hablar de estos trastornos gastrointestinales mencionaremos también qué otros hábitos pueden sumar su acción, ya que de no eliminarse éstos, quizás no alcance con dejar la leche y sus derivados para obtener una gran mejoría.
Si bien la lactosa no es alergénica, puede potenciar la acción alergénica de las proteínas de la leche vacuna. La deficiencia de la lactosa varía mucho de acuerdo con el país (entre un 2 y un 90% de la población lo padece) siendo mayor el porcentaje de gente afectada en África y Asia, pero en la raza caucásica se incrementa luego de los 13 años. Los pediatras, clínicos o gastroenterólogos que la diagnostican, indican fórmulas de leche vacuna libres de lactosa, con lo cual mejora lo concerniente a este punto, pero no lo que tiene que ver con los otros 11 mecanismos aquí expuestos, que suelen ser peores.
7) Otros componentes naturales
Uno de los más nefastos componentes naturales de la leche vacuna, que se concentra más aún en sus derivados y que probablemente también se encuentre en la leche de otras especies mamíferas, es el Factor de Crecimiento Epiteliar o EGF (Epitelial Growth Factor). La vaca produce naturalmente y segrega por su leche esta sustancia destinada a estimular el crecimiento de los tejidos epiteliales del ternero. Recordemos que un ternero suele aumentar de cero a dos kilogramos en un año, pero un estímulo de este tipo en un bebé que crece mucho menos, y peor aún en un adulto que ya no crece, es indiscutiblemente peligroso: puede ser “como kerosén en un incendio” para cualquier tipo de cáncer o tumor benigno epitelial. La mayor parte de tumores benignos o malignos del ser humano son epiteliales: no sólo los epitelomas de la piel, sino los adenocarcinomas y carcinomas epidermoides de mama, útero, ovario, colon, páncreas, estómago, esófago, pulmón, próstata, parótida, laringe, riñón, vejiga, vías biliares, etc. son de tipo epitelial. En casi todos estos tumores se verificó que la leche vacuna y sus derivados tienen un importante rol como factor causal y/o como detonante o facilitador de otros factores.
En los estudios anatomapotológicos exhaustivos se está evaluando en estos tumores qué porcentaje de las células atípicas tienen receptores para el EGF. Es lamentable ver que aún muchos encumbrados oncólogos no han caído en la cuenta y siguen diciendo a los pacientes que padecen estas patologías y que incluso en su estudio histológico muestra muchos receptores al EGF, que pueden comer de todo y en abundancia, sobre todo mucha carne y muchos lácteos para mantenerse “fuertes” para afrontar la cirugía, quimio o radioterapia que se les haga. De esta forma, lo que se ataca por un lado con la consabida toxicidad, se fortalece por el otro. Lo mismo veremos que sucede con los estrógenos que analizaremos al hablar de aditivos. El EGF no está presente en la carne y el pollo, y quizás esto sea decisivo para determinar lo que hemos descubierto en nuestra investigación: que los lácteos son más cancerígenos incluso que la carne y el pollo.
Además del cáncer, la otra gran causa de muerte en países como el nuestro donde prevalece el hiper consumo en general, son las enfermedades cardiovasculares. Muy serias investigaciones responsabilizan a la leche homogeneizada y a los productos elaborados con ella, como el principal iniciador de estas enfermedades a través del factor XO (enzima xantino oxidasa) otro componente natural de la leche del cual algo hablamos en el punto 4.
Según el Dr. Kurtoster, autor junto a Donald Ross, Ph. O y a Hazel Richmond Dawkins, del libro “The X-O Factor: Homogenized milk may cause your heart attack”, la xantino oxidasa biológicamente activa es más importante y decisiva que el colesterol, los triglicéridos y el tabaco, en la generación de arteriosclerosis. Si bien se encuentra en forma natural en la leche vacuna y por este motivo lo analizaremos en este punto, en la leche tal como sale de la vaca, el factor XO no es biológicamente activo porque puede degradarse fácilmente en el estómago. Pero como dijimos en el punto 4, al homogeneizarse, la leche se hace inmune al ataque de los jugos digestivos y penetra en la sangre sin inconvenientes junto a las grasas. Cuando llega a la misma, en parte es atacada por anticuerpos con lo que puede provocar los trastornos vistos en el punto 1 y 2, pero está demostrado que por sí sola, o quizás unida a estos anticuerpos circulantes que la atacan, se deposita en las capas superficiales internas de las paredes arteriales y del mismo corazón, atacando un tejido conocido como plasmológeno y produciendo la liberación de superóxido (O2, radical libre de oxígeno), un producto muy tóxico para las células que constituyen la zona interna de las arterias. Donde se acumula XO, esa zona arterial queda literalmente carcomida.
Luego esta zona empieza a endurecerse por el depósito de minerales y a continuación se depositan colesterol, triglicéridos y plaquetas, conformando las típicas placas de ateroma que van obstruyendo las arterias de cualquier parte del cuerpo, tal como se vio en el punto 5 y se ampliará en el de enfermedades cardiovasculares, donde también analizaremos un tratamiento integral de estas afecciones que en muchos casos ha hecho innecesaria la siempre riesgosa solución quirúrgica de las mismas.
En niños de corta edad ya se verifica también una incipiente arteriosclerosis comprobada en diferentes estudios que encuentra una lógica explicación en la cantidad y variedad de productos elaborados en base a leche homogeneizada (yogures, helados, postres, leche chocolatada, etc.) que, “con mucho amor”, sus padres y pediatras los incitan a consumir cotidianamente.
Otro componente natural que en dosis bajas es útil, pero en altas dosis por consumir lácteos en exceso o, peor aún por el habitual agregado que hacen las industrias en la leche, es la vitamina D. Normalmente se forma en la piel en base al colesterol que allí se encuentra, gracias a la acción de los rayos ultravioletas que la simple exposición al sol durante algunos minutos por día permite (basta con 10 a 15 minutos de exposición diaria al sol en cara y brazos o piernas para que se forme la suficiente cantidad de vitamina D) que luego se active y almacene en el hígado, adquiriendo su forma final en los riñones, para luego desarrollar su acción facilitadora de la absorción de calcio y fósforo en el intestino. Sin embargo se suele aconsejar a los lácteos como indispensable fuente de vitamina D (además de calcio) y para esto se los fortifica con esta vitamina y también con la A (que en grandes excesos, sobre todo medicamentosos, puede generar múltiples trastornos, incluso hasta encefalitis).
La vitamina D estimula la acción del factor XO (recién descrito) y por lo tanto su exceso, asociado a las leches homogeneizadas y sus derivados, juega un importante rol en la generación de enfermedades cardiovasculares. También en exceso, esta vitamina puede suprimir fácilmente varias funciones del sistema inmunológico: la producción de interleuquina 2 por el glóbulo blanco, con lo que se afecta la producción de los ya mencionados linfocitos auxiliares o helpers, supresores y de anticuerpos. Si bien pude prevenir una proliferación excesiva de linfocitos y anticuerpos, la vitamina D en exceso resulta peligrosa por su efecto inmunosupresivo. Esto es particularmente grave en pacientes con SIDA y en comunidades carenciadas, donde las enfermedades infecciosas son tan frecuentes y “para hacerles un bien” se les obsequia a estas familias o en las iglesias o en los colegios, litros de leche homogeneizada y fortificada con vitamina D y sus derivados. También la hiper vitaminosis D causa altos niveles de calcio y fósforo en sangre y en orina.
Los trastornos que esto provoca fueron descriptos en el punto 4. Sin embargo también el déficit de vitamina D puede ser perjudicial para el sistema inmunológico por deprimir la actividad fagocítica. Los corticoides, tan frecuentemente usados tienen una acción antagónica de esta vitamina, entre tantos otros efectos adversos.
En el capítulo de saludables reemplazos describiremos fuentes sanas de vitamina D, para épocas o zonas con poco sol, porque recordemos que un poco de sol a diario permite su producción normal. En esta sociedad de consumo estamos acostumbrados a consumir, consumir y consumir y nos cuesta creer que algo tan barato como el sol, tampoco en exceso por lo que todo el mundo sabe, puede ser muy útil. ¿Será porque al sol no lo venden en la farmacia ni en el supermercado, ni a través de tentadoras publicidades por televisión?
La glándula hipófisis o pituitaria de la vaca, al igual que la del ser humano, produce varias hormonas, entre ellas la STH u hormona de crecimiento que, lógicamente aparece en la leche vacuna para ayudar al crecimiento del ternero. En seres humanos adultos, el exceso de esta hormona puede predisponer al cáncer y a la osteomegalia enfermedad caracterizada por el agrandamiento de diferentes partes del cuerpo, sobre todo, manos, pies y mandíbula.
Como se dijo antes de la caseína se extrae la cola de carpintero. Esta y otras mucoproteínas y sustancias mucilaginosas son las principales responsables por acumulación en el organismo, de todas las flemas y mucosidades respiratorias, digestivas y de otras localizaciones. Estas también influyen en la obesidad tan estrechamente vinculada a los lácteos, incluso descremados, y se potencia con la generación de mucosidades que traen también las harinas sobre todo horneadas (pan, facturas, galletitas, pizzas, etc.).
8) Virus, bacterias, hongos y parásitos que transportan
Aunque el riesgo de esto sea mayor en la leche no industrializada y que no haya sido transportada conservando la cadena de frío, en las leches más procesadas también pueden muchas veces encontrarse gérmenes patógenos capaces de generar diarreas o trastornos peores. La pasteurización consiste en elevar el producto (en este caso la leche) a 62°C por muy corto tiempo, para matar a la flora patógena, sin matar a la flora láctica protectora, que sí muere si se lleva a 100°C la temperatura (esterilización). Esta flora es la que permite que la leche se corte en unas cuantas horas o muy pocos días, protegiendo a la leche del desarrollo de otras bacterias que sí son perjudiciales. Dado que no es muy rentable para las industrias que la leche se corte, la misma suele ser tratada con productos prohibidos que se detallarán al hablar de aditivos. Esto es indudable porque aunque los códigos alimentarios de los diferentes países dejan en claro que toda leche pasteurizada, se debe cortar luego de cierto tiempo, hoy es raro encontrar una leche que se corte
Es lógico que una leche no se corte si fue esterilizada y envasada en envases tipo tetra brick. En ellos se aclara que debe ser consumida inmediatamente luego de ser abierto el envase, pero esto en la práctica ¿lo hace toda la gente o dejan al envase a medio consumir de un día para el otro? Además en las leches pasteurizadas no esterilizadas, los antibióticos y conservadores que se suelen agregar inhiben el desarrollo de muchos gérmenes, pero no de todos. Con frecuencia se detectan intoxicaciones masivas por helado o por leche u otros derivados, que por supuesto no suelen salir en los diarios y la televisión, salvo que se trate de leches de pequeñas empresas a las que conviene desacreditar para evitar competencia o por razones políticas (recuérdese los famosos casos de la “leche de Vicco” y de la muzzarella contaminada); pero nunca o casi nunca se difunden por medios dominados gracias a su publicidad, las intoxicaciones masivas provocadas por productos que elaboran las más grandes empresas.
Una bioquímica de un conocido hospital detectó y reconfirmó la presencia de gérmenes patógenos en la leche de una marca líder que estaba trayendo gastroenterocolitis a todos los niños de ese hospital alimentados con esa leche. Ni bien esbozó una tenue difusión pública de lo acaecido, un equipo de emergencias de esa empresa y de las autoridades sanitarias correspondientes, se hizo presente en el hospital, haciendo desaparecer hasta la última prueba de le leche contaminada y amenazando al director del hospital y a ella misma como jefa del laboratorio, con que perderían sus puestos, entre otras cosas, sino admitían públicamente que todo había sido un error y que el problema no estaba en le leche. La contaminación bacteriana es uno de los aspectos que más puede lesionar la credibilidad de una marca que se difunde, por lo cual no se escatima en inundar la leche de antibióticos y conservadores que como ya veremos, sí afectan, no tanto a la corta sino más bien a la larga. Total ¿quién le va a echar la culpa a lo que comió hace muchos días, meses o años atrás?
En EE.UU. se detectó un aumento de la frecuencia de aparición de salmonella, estafilococos, colibacilos y virus vinculados con la leucemia en diferentes productos lácteos. Un oncovirus parecido al HIV, relacionado con la leucemia se descubrió en más del 20% de las vacas lecheras. Las cabras, ovejas y chimpancés alimentados con leche de vaca, tienen un índice elevado de aparición de leucemias (cáncer de la sangre).
Hay quienes sospechan que el HIV puede ser una mutación del virus leucémico vacuno, transmitido al hombre a través de los lácteos o incluso a través de las vacunas inyectables, que vienen en un vehículo que es suero bovino.
Los lácteos crudos presentan mayor riesgo de contaminación por diferentes gérmenes. Las toxinas producidas por estafilococos, se transmiten más a través de la leche descremada, los helados, el queso y la manteca.
Mi dilecto amigo, el Dr. Julio Soler, brillante homeópata y quien me facilitó mucha bibliografía muy útil para elaborar lo que está aquí escrito, estudió en profundidad el grado de presencia del bacilo de la tuberculosis en la leche. En su artículo “El reservorio de los miasmas”, señala: “En EE.UU., luego de décadas de campaña antituberculosa, seguía detectándose en los años 60, entre el 10 y el 50% de tuberculosis en el ganado vacuno. En nuestro país, no encontré estadísticas completas, pero yo contaba con las cifras inapelables de miles de vacas tamberas, que es lo que realmente importa, en el frigorífico de Zárate. Cerca del 100% de las vacas venían con lesiones tuberculosas que las inhabilitaban para el consumo y se las destinaba para el digestor industrial. En la leche misma se puede reproducir el microbacterium tuberculosis, sin que cambie en lo más mínimo su aspecto. Claro, la leche se pasteuriza y ¿qué queda?: un verdadero caldo de cultivo tuberculínico. Ambas tuberculosis, como fue demostrado, sor intercambiables entre ambas especies, la bovina y la humana”.
Arturo Capdevila, además de abogado, jurisconsulto, catedrático, diplomático, poeta, escritor y miembro de la elite cultural argentina de la primera mitad del siglo, fue médico y autor de varios libros que fueron quemados en Santa Fe (capital nacional de le leche). Demostró científicamente que la combinación consumida con frecuencia de la leche o sus derivados, con carne bovina, favorece la aparición de tuberculosis. Si los lácteos se combinan con pescado, esto favorece a la larga la posibilidad de que se desarrolle lepra y si el abuso de lácteos se suma al de huevos (lo que muchas veces sucede en personas ovolactovegetarianas) esto aumenta la posibilidad de tener con el tiempo alguna forma de cáncer.
Los hongos y parásitos no suelen detectarse cuando la leche ha sido extraída y transportada con las más elementales medidas de higiene. Sin embargo, no por transporte directo sino por otros motivos, podemos afirmar que son la causa más frecuente de micosis bacteriana en la porción superior del intestino delgado (lo cual genera un robo de nutrientes cuyo detalle luego se ampliará) y un debilitamiento inmunológico y la facilitación del desarrollo de cándida albicans en el intestino. Este es el más habitual de los hongos; es oportunista y aprovecha el desequilibrio de la flora normal generado por las bacterias de la leche y los antibióticos que ésta contiene.
9) Aditivos
Los aditivos están teóricamente prohibidos en la leche, no así en sus derivados, según los diferentes códigos alimentarios. Sin embargo muchas industrias lácteas tienen su sala de recuperación de leches que, como por supuesto no son oficialmente reconocidas, tienen su acceso prohibido a toda persona ajena a un reducido grupo de sus empleados. Tengo referencias de lo que allí se suele hacer a través de pacientes que trabajaban en algunas de estas industrias y que por supuesto no le recomendarían lácteos a nadie.
Las leches que ya están para descarte se tratan, una parte con soda cáustica y otra parte con antibióticos y conservadores, pero nada se pierde, todo se transforma y por esto son tan poderosas y ricas estas industrias.
Se han detectado 29 antibióticos distintos en diferentes leches. El yogur vencido suele ser tratado con antibióticos y luego sembrado con bacterias no sensibles a estos antibióticos, saborizantes, edulcorantes o azúcar y otros aditivos, con lo que se lo convierte en lo que se conoce como leche cultivada, uno de los más recientes inventos, que se vende con publicidades que hacen creer que es tan bueno o mejor que la leche materna y esto lleva a que muchas veces, lleguen a los hospitales bebes y pequeños niños intoxicados con leche cultivada. Muchas de las enfermedades alérgicas, micosis, alteraciones de la flora intestinal, alteraciones hepáticas, e incluso el cáncer, pueden estar asociadas a estos y a otros aditivos que se le agregan a los lácteos habitualmente.
A continuación se mencionan sólo algunos de los aditivos de los lácteos:
Leche: Nitratos, antibióticos.
Productos lácteos en general: Lecitina, mono y diglicéridos, alginato glicoipropileno (emulsificantes), citrato de sodio y ácido calcio pirofosfórico (secuestradores).
Leche condensada: Además de los presentes en la leche común, fosfato disódico, citrato disódico, cloruro de calcio.
Yogur: edulcorantes, saborizantes, etc.
Postres de leche: estabilizadores, condensadores, colorantes artificiales, edulcorantes.
Polvo para flanes y postres: ácido tartárico, cítrico, málico, fumárico, cloruro de calcio y colorantes artificiales.
Dulce de leche: además de los de la leche, etilvainillina.
Polvo para helados: saborizantes químicos, alginato de sodio, monoglicéridos.
Quesos (incluso untables): propoinato de calcio, propionato de sodio y ácido sórbico (antimicótico), nitrato de sodio o potasio (de los que se forman nitrosaminas cancerígenas durante el procesamiento), parafina, litrol, rubina, silicatos y sulfatos de calcio y aluminio, residuos de plástico (corteza), etc.
En estudios futuros intentaremos confirmar en los lácteos la presencia o no de prolactina (hormona hipofisaria que estimula la lactancia) y de fenobarbital (barbitúrico que se le suele aplicar a las vacas).
Una conocida institución destinada a la defensa del consumidor publicó que según sus estudios, los lácteos no reciben antibióticos ni conservadores. Basta con ver que prácticamente no hay leche que se corte para comprender que este mentiroso estudio seguramente guarda relación con los intereses de las industrias lácteas que financian a este institución, para que le haga creer al consumidor que está protegido.
En 1970 aproximadamente 1.300 toneladas de antibióticos fueron administrados al ganado y animales de criadero de los EE.UU. Asimismo se le agrega un valor de 500 millones de dólares anuales de antibióticos a la ración vacuna y estos antibióticos son transmitidos a la población en los lácteos producidos con la leche de estos animales. Luego de extraída y antes de procesarla o después, se le aportan otros antibióticos y aditivos cuya presencia se suma a la acción antigénica de las proteínas de la leche y al desequilibrio de la flora habitual y al desarrollo de gérmenes oportunistas e infecciones resistentes a los antibióticos comunes.
La flora intestinal normal controla el desarrollo del hongo llamado cándida albicans. Cuando estos antibióticos (que vienen con los alimentos) o los indicados por algún médico, afectan esta flora, la cándida empieza a hacerse patógena y a secretar toxinas neurotrópicas y mutagénicas, según el Dr. Iwata de la Universidad de Tokio. Estas a su vez pueden dañar los nervios y producir mutaciones genéticas. La infección micótica ocurre primariamente en la piel, uñas, boca, vagina, bronquios o en los pulmones, e incluso en la sangre. Además este hongo produce deficiencia de magnesio, zinc y ácidos grasos esenciales y esto trae sus respectivos problemas.
Además de los lácteos, los azúcares simples se suman como caldo de cultivo para las cándidas albicans. Estos hongos, al igual que muchos parásitos, aumentan los antojos extremos por dulces de todo tipo, a lo cual se suma todo lo vinculado al Síndrome de Estrés, Depresión y Adicciones (SEDA). Además de los dulces y los lácteos, las harinas refinadas, alimentos levados y fermentados, aditivos químicos y trazas de antibióticos, promueven el desarrollo de la candidiasis. Según la opinión de la Dra. Martha Cottrell, Mark Mead y Michio Kushi, en el libro SIDA, Macrobiótica e Inmunología Natural (el libro más científicamente fundamentado de toda la literatura macrobiótica, del cual se han extraído muchos valiosos aportes y referencias bibliográficas que se mencionan en este capítulo), “en un futuro cercano, el problema de la candidiasis, podría convertirse en una crisis planetaria de magnitud similar al SIDA y al cáncer, siendo sin embargo muy factible de evitar.”
10) Contaminantes naturales
Las aflatoxinas son toxinas producidas por variedades de hongos llamados aspergillus flavus, parasiticus y fumigatus. Estos hongos se desarrollan en forrajes y semillas húmedas que muchas veces son utilizadas para el consumo de animales. Las aflatoxinas se han correlacionado con cánceres primitivos de hígado (hepatocarcinomas) y riñón, entre otros.
Dado que son liposolubles (solubles en grasas) se concentrarían más en las grasas de los animales que las consumen (pollo, huevos, carne bovina, porcina, leche y derivados). Hemos recibido referencias orales, aunque aún no las citas bibliográficas concretas, sobre estudios que se habrían hecho en estos alimentos que habrían arrojado valores elevados. De no confirmarse estos estudios, en un futuro próximo, mandaríamos a hacer nosotros mismos estudios similares. Existiría también una variedad de contaminantes naturales de la leche, pero son de menor importancia por lo cual no los adelantaremos aquí.
11) Contaminantes químicos, bioquímicos o físicos
Estos pueden llegar a la leche en forma accidental o por imprudencia o por tratamientos hechos a las vacas o a su alimento. El 90% de DDT y otros pesticidas organoclorados que comía diariamente un norteamericano tipo hace unos años atrás, no provenía de la ingesta directa de alimentos vegetales fumigados con ellos, sino de alimentos de origen animal, que llegaron a ellos a través de la comida vegetal fumigada que a ellos se les suministraba y que ellos concentraron en sus grasas.
Si bien su uso está prohibido desde hace un tiempo, no está prohibida su venta y se siguen usando por ser más baratos y tener una manipulación menos peligrosa que los organofosforados. En nuestro país se evitan para los productos que van a exportación, pero para el mercado interno sigue rigiendo el “ojos que no ven, corazón que no siente” y el “hecha la ley, hecha la coima”.
La lista de pesticidas, fertilizantes, herbicidas y otros agroquímicos con los que se tratan las pasturas y forrajes, que pueden encontrarse en las leches comunes, es muy extensa. Muchos de ellos son demostradamente cancerígenos y suman o potencian su acción entre ellos y con otras toxinas de los lácteos y de otros alimentos y el medio ambiente.
La eliminación de agroquímicos es una de las pocas ventajas que tienen las lechas orgánicas o ecológicas certificadas. La mayor parte de los otros mecanismos de generación de enfermedades siguen estando también en ellas.
En un año, ganaderos y criaderos de pollos de EE.UU. ganaron 303.750 toneladas de agua vendidas al precio de la carne y el polio gracias al incremento de peso que aceleradamente consiguen por acumulación de líquidos, sobre todo, a través de administrarles a los animales una hormona femenina conocida como dietilestilbestrol (una forma de estrógenos que también se usaba en las píldoras anticonceptivas y favorece el cáncer de mama, útero, ovarios y vagina en quienes la consumen y en sus hijas cuando las tienen, y éstas llegan a la pubertad; también favorecen la sobrecarga cardiaca).
Se han detectado estrógenos en la leche, que se concentran más aún en los quesos y otros lácteos sólidos. Además de los descriptos, también algunos melanomas de piel y tumores de riñón, suelen ser hormonodependientes y presentan receptores positivos para los estrógenos. En pacientes que padecen estas enfermedades, dar estos alimentos es echar leña al fuego, tal como lo dijimos con respecto al factor de crecimiento epitelial (EGF) en el punto 7.
Se ha encontrado la presencia de estroncio radiactivo en la leche y ésta, lejos de atemperar los efectos de la radioactividad, la potencia mucho más. Se aconseja la lectura de los tres volúmenes del libro Alimentación y radioactividad (Diet for Atomic Age) de la Dra. Shanon.
Muchos antibióticos se les suministran a las vacas lecheras cuando tienen mastitis u otras enfermedades. Estos pasan a la leche y luego se le suman los que le agregan las industrias y los mismos camioneros que la transportan. Ya se habló bastante sobre esto en el punto 9.
También accidentalmente o por imprudencia puede haber metales pesados, nitritos o nitratos, etc. (también usados como conservadores y para la limpieza de tambos, recipientes y maquinarias).
12) Robo de nutrientes y otros minerales. Inadecuada proporción calcio/fósforo.
Según investigaciones de Agatha y Calvin Trasch, el consumo habitual de leche vacuna y sus derivados, acrecienta la necesidad y con esto desgasta las reservas de: vitamina A, zinc, hierro, calcio y vitamina B 12.
Esto predispone a déficit inmunológico con todo lo que esto implica: anemia y descalcificación.
Las proteínas de la leche, por lo que enseguida explicaremos, pueden robar potasio, magnesio y vitaminas del complejo B, además de calcio. La proliferación bacteriana anormal que los lácteos generan en el intestino interfiere en la absorción de calcio y de hierro, haciéndolos perder.
Los elevados contenidos de pesticidas y herbicidas presentes en las leches comunes (no así en las orgánicas o ecológicas) acrecientan la demanda de ciertos nutrientes que deben gastarse para ayudar a la eliminación de sustancias tóxicas.
El pH (grado de acidez/alcalinidad) normal de la sangre, es aproximadamente 7,2, o sea, levemente alcalino. Los lácteos, como cualquier alimento muy proteico, producen una acidosis transitoria y para compensarla se segrega calcio y otros minerales de los huesos, en principio, y de otros sectores del organismo, secundariamente. A nivel del estómago, aunque calmen los síntomas de la gastritis, la úlcera o la simple acidez gástrica por las sustancias mucosas que contienen, los lácteos estimulan paradójicamente la secreción de ácido clorhídrico, aumentando las causas de úlcera, gastritis o la acidez gástrica. Esas sales de calcio y otros minerales recién descriptos, no sólo van a compensar la acidosis de la sangre, sino también la acidez gástrica que las proteínas provocan, pero el precio es el balance negativo de calcio y otros minerales que los lácteos producen, pues es más lo que excretan del organismo que lo que aportan. Estos minerales son eliminados por materia fecal, colaborando también con la generación de constipación, y por los riñones, favoreciéndose la formación de arenillas urinarias, cristales de oxalato de calcio en orina y a la larga, cálculos renales, además de depósitos anómalos de calcio y otros minerales, tal como se describió en el punto 4.
Además, los compuestos nitrogenados que resultan de la digestión y metabolismo de las proteínas en exceso, pueden ser una pesada carga para los riñones. Está demostrado que una dieta con muchas proteínas (carnes, lácteos, etc.) afecta el filtrado glomerular y con esto altera la función principal de los riñones (formar orina y depurar la sangre). Además produce amoníaco, compuesto que aumenta el riesgo de carcinogénesis intestinal. Además la proporción de calcio con respecto al fósforo que tiene la leche vacuna y sus derivados, es inadecuada porque presenta sólo 1,2 partes de calcio por 1 parte de fósforo, y el cuerpo absorbe y aprovecha bien el calcio cuando la tasa calcio/fósforo es 2 a 1.
El exceso de fósforo de los lácteos, se combina con el calcio en los intestinos y disminuye la absorción del primero. Este exceso de fosfatos es una de las múltiples causas por las cuales los lácteos indudablemente producen osteoporosis, en vez de evitarla, como se suele creer. El proyecto Cornell, de la Universidad de Comell, de Oxford y del Ministerio de Salud de China, el más importante estudio de nutrición de la historia, demostró esto sin lugar a dudas.
Las carnes procesadas, las papas fritas comerciales, la fruta enlatada y las bebidas gasificadas (sobretodo bebidas cola), contienen también un exceso de fósforo (a éstas se les agrega ácido fosfórico que genera más sed y aumenta el consumo, potenciando su efecto droga).
Lácteos y enfermedades
A nivel
nacional, el trabajo del Dr. Esteves fue, luego de la tarea pionera del
Dr. Capdevila, uno de los primeros manifiestos sobre la peligrosidad
del consumo lácteo. Como todo desafío a lo establecido, tuvo escasa o
nula difusión. Por ello lo ponemos a disposición de los lectores, con la
idea de aportar más fundamentos al tema que desarrollamos en "Lácteos y Trigo" y en el informe sobre lácteos.
Jorge Valentín Esteves - Publicado en los números 1 a 3 de la revista Holísticamente.
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