Nos
han repetido hasta la saciedad que los alimentos grasos ricos en
colesterol nos conducen a una muerte prematura, sin embargo, este es
quizá el mayor mito de los muchos que abundan actualmente en el
campo de la salud. No es el colesterol, sino el colesterol oxidado el
que daña las arterias y puede producir problemas cardíacos.
No
son las grasas saturadas de procedencia animal, sino las grasas
hidrogenadas de los alimentos procesados (margarina, bollería
industrial, patatas fritas, chocolate, comida preparada…) las
causantes de numerosas patologías como diabetes, arteriosclerosis y
enfermedades coronarias.
La
grasa saturada es el alimento preferido del corazón. La grasa que lo
rodea es altamente saturada (ácidos esteárico y palmítico.) El
pulmón tampoco puede funcionar sin grasas saturadas.
Si
las grasas saturadas causaran el colesterol alto, los esquimales, que
viven de la grasa de ballena, y los Masai y otras tribus africanas,
que se alimentan únicamente de carne y leche entera, se habrían
extinguido ya. Pero no solo viven hasta edades avanzadas, sino que
enfermedades como el cáncer, la diabetes, la obesidad, las
enfermedades coronarias y la osteoporosis les son desconocidas.
Y lo
que es más, si el colesterol fuera tan malo como lo pintan, ninguno
de nosotros estaría hoy aquí, puesto que durante la mayor parte de
nuestra evolución nuestra dieta se componía en un 50%-80% de
animales, peces y aves, ricos en grasas saturadas. Sin embargo,
antes de 1920 las enfermedades cardíacas eran tan raras que a la
persona que inventó el electrocardiograma, Paul Dudley White, le
recomendaron que se dedicara a otra rama de la medicina que le
procurara mayores beneficios.
Por
otro lado, si las grasas saturadas son nocivas ¿por qué la leche
materna contiene abundantes grasas saturadas como el ácido butírico,
cáprico, caprílico, láurico, mirístico, palmítico y esteárico?
Estas grasas aseguran el crecimiento y la supervivencia del bebé, a
la vez que le protegen de los patógenos gracias a los efectos
antivíricos, antibacterianos y anti hongos de los ácidos:
caprílico, cáprico y láurico. El aceite de coco contiene estos
tres ácidos grasos. El ácido laúrico, el más abundante en el
aceite de coco, evita la formación de caries y placa dental. De ahí
las dentaduras perfectas de los nativos de las islas tropicales que
siguen todavía su dieta tradicional. El aceite de coco también es
responsable de su piel tersa y sin arrugas. Sin duda es el mejor
sustituto a las cremas hidratantes comerciales que contienen
derivados del petróleo. Muchos productos de higiene corporal, cremas
y lociones, incluso las supuestamente ‘naturales’, contienen
sodium laureth o lauryl sulfate, que aunque se procesa a partir del
aceite de coco, ya no es un producto natural. De hecho, su uso
principal es como anticongelante en los motores.
No
deberíamos poner nada en nuestra piel que no se pudiera comer. De
hecho, los productos que aplicamos en la piel se absorben más
rápidamente que cuando los ingerimos, dado que pasan directamente al
torrente sanguíneo. Si no, los parches anticonceptivos, los parches
de morfina para el dolor, o los parches de nicotina para dejar de
fumar, no funcionarían.
Al
no someterse al proceso digestivo, el hígado no metaboliza las
sustancias tóxicas que contienen los productos que aplicamos en
nuestra piel.
El
aceite de coco regula la función de la tiroides y estimula el
metabolismo, resultando de gran ayuda en el tratamiento del
Hipotiroidismo. Un déficit de hormonas tiroideas provoca un aumento
del colesterol en sangre.
Otro
mito es que las grasas saturadas hacen engordar. En el caso del
aceite de coco ocurre justo lo contrario, puesto que ayuda a
adelgazar. El coco es uno de los pocos alimentos, aparte de la leche
materna, que contiene ácidos grasos de cadena media (MCFA). El
organismo metaboliza los MCFA de forma diferente al resto de las
grasas, puesto que no se almacenan en las células adiposas sino que
pasan directamente al hígado, que los transforma instantáneamente
en energía.
Dado
su alto contenido en grasas saturadas, el aceite de coco es muy
estable a altas temperaturas, por lo que es el único aceite que
deberíamos usar para cocinar. Hasta hace poco la industria
alimentaria empleaba de forma masiva el aceite de coco y el de palma
en repostería, alimentos procesados, fritos e incluso en las
palomitas de maíz. Sin embargo, a principios de los años 80 un
marketing agresivo por parte de la ASA (Asociación Americana de la
Soja), la CPC International (Compañía de Productos del Maíz) y
otros grupos con intereses en los aceites vegetales desprestigió al
aceite de coco y al resto de las grasas saturadas culpándoles de los
problemas cardíacos y otras muchas enfermedades.
Dado
el bajo costo de estos cultivos, hoy en día encontramos los aceites
vegetales poliinsaturados (maíz, girasol, soja, sésamo, colza...) en
la mayoría de los alimentos procesados, e incluso de los no
procesados como la carne.
Los
aceites poliinsaturados presentan varios problemas. Uno de ellos es
que son muy reactivos y se vuelven rancios (se oxidan) con facilidad
por lo que nunca deberían usarse para cocinar. Por otro lado, son
muy ricos en grasas Omega-6, responsables de los procesos
inflamatorios del organismo. Nuestros antepasados subsistieron con
una dieta equilibrada entre grasas omega-3 y omega-6 (aproximadamente
un ratio de 1 a 1), sin embargo, la dieta actual es demasiado alta en
grasas Omega-6, con un ratio de 20 a 1 o incluso de 50 a 1. Muchos
científicos creen que una de las razones de la alta incidencia de
enfermedades coronarias, hipertensión, diabetes, obesidad,
envejecimiento prematuro y algunos cánceres se debe al profundo
desequilibrio entre grasas Omega-6 y grasas Omega-3 de la dieta
actual.
Estudios
realizados han encontrado que las placas que bloquean las arterias
están compuestas en un 74% de grasas insaturadas. Por tanto, la
grasa saturada no induce riesgo cardiovascular, puesto que no bloquea
las arterias.
La
clave está en reducir el consumo de Omega-6, lo cual resulta todo un
reto porque incluso la carne es rica en este tipo de grasas, incluida
la ecológica, dado que el ganado se alimenta con pienso a base de
cereales como soja o maíz (omega-6), en lugar de alimentarse de
pastos (omega-3) que es su dieta natural.
Por
otro lado, debemos aumentar el consumo de grasas Omega-3. Se estima
que el 85-95% de la gente presenta deficiencias en Omega-3. La
mayoría de los suplementos de Omega-3 que se encuentran en el
mercado proceden del aceite de pescado. Las grasas omega-3 también
son poli-insaturadas, y por tanto muy perecederas (se oxidan con
facilidad). Muchos recordarán el aceite de hígado de bacalao que nos daban de pequeños. Sabía tan mal porque estaba rancio
(oxidado). Ahora los fabricantes añaden una pequeña cantidad de
antioxidantes como la vitamina E para evitar la oxidación de las
cápsulas en el envase. Sin embargo, dentro del cuerpo se generarán
radicales libres con el calor que desprende el cuerpo durante el
metabolismo de las mismas. Deberíamos pues suplementar la dieta con
antioxidantes adicionales (vitamina C, vitamina E).
Esto
no ocurre con el aceite de Krill, que contiene de forma natural
antioxidantes y fosfolípidos y tiene mayor biodisponibilidad que el
aceite de pescado. La mejor fuente de omega-3 son las cápsulas de
aceite de Krill (pequeños crustáceos, similares a las gambas, que
sirven de alimento a las ballenas), que además no repiten el gusto a
pescado como otros suplementos de omega-3.
El
aceite de oliva no es poli-insaturado, sino monoinsaturado, por lo
que es más estable. Tampoco contiene ácidos grasos omega-6 sino
omega-9. Es muy saludable siempre y cuando no se caliente, ya que, al
igual, que los aceites poli-insaturados se oxida al cocinar con él.
Los radicales libres producidos atacan las membranas celulares y los
glóbulos rojos lo que daña el DNA y puede provocar mutaciones en
las células.
Pero
volvamos al colesterol. El colesterol es esencial para la vida. Forma
parte de TODAS las células del cuerpo. Es imprescindible para la
formación del tejido nervioso y la bilis. Un suministro adecuado de
colesterol es vital para el funcionamiento del cerebro, puesto que
forma parte de las conexiones sinápticas entre neuronas. Algunos
estudios relacionan tanto la depresión como comportamientos
violentos y tendencias suicidas con bajos niveles de colesterol.
El
colesterol es esencial para el funcionamiento del sistema
inmunológico, en concreto para la destrucción de las miles de
células cancerígenas que generamos cada día.
El
cuerpo sintetiza la vitamina D a partir de colesterol, así como las
diferentes hormonas sexuales. Bajos niveles de hormonas sexuales
(estrógenos y testosterona) provocan un descenso de la libido, por
tanto, una dieta baja en colesterol no solo no te protege de las
enfermedades cardíacas, sino que puede resultar desastrosa para tu
vida sexual.
Las
dietas bajas en grasas provocan deficiencias nutricionales. En primer
lugar, las grasas contienen vitaminas liposolubles como la vitamina
A, E, D, coenzima Q10. De nada sirve compensar la carencia con
suplementos vitamínicos, ya que el cuerpo necesita grasa para
metabolizarlos (por algo será que solo los alimentos ricos en grasas
contienen dichas vitaminas).
Nuestro
organismo no es capaz de sintetizar las vitaminas (excepto la
vitamina D a partir del sol y del colesterol), por eso debemos
ingerirlas con la dieta. Sin embargo, sí es capaz de fabricar
colesterol. Si la cantidad de colesterol en la dieta no es
suficiente, el cuerpo fabricará la cantidad que le falte. Los
principales productores son el hígado y el intestino, en este orden,
aunque cada célula del cuerpo es capaz de producir colesterol. Esta
es la razón por la que mucha gente sigue con el colesterol alto aún
después de adoptar dietas pobres en grasa. De hecho, ¡el cuerpo
puede producir 400 veces más colesterol al día que el que
obtendríamos comiendo 100 gramos de mantequilla! Entonces, ¿de qué
nos sirven tantas privaciones en la dieta?
Para
que el calcio se incorpore de forma efectiva en la estructura ósea
se requiere al menos de un 50% de las grasas de la dieta sean
saturadas. Las grasas saturadas también son necesarias para procesar
los ácidos grasos Omega-3.
Beber
leche desnatada es una de las peores elecciones que podemos hacer.
Además de los riesgos que suponen para la salud la pasteurización
de la leche y las hormonas y antibióticos que contiene la leche que
no es de producción ecológica, a la leche y yogures desnatados se
les añade siempre leche en polvo desnatada. Para pulverizar la leche
se la somete a altas temperaturas y a una alta presión que oxidan el
colesterol de la leche, además de producir nitratos, que son
potentes carcinógenos.
Cuando
suprimimos la grasa de la leche solo nos queda azúcar, que es lo que
realmente hace engordar. De hecho, muchos granjeros engordan a los
cerdos con leche desnatada. El azúcar se convierte en el hígado en
triglicéridos. Altos niveles de triglicéridos, al contrario de lo
que ocurre con el colesterol, sí suponen un riesgo para la salud.
El
huevo es un alimento muy saludable rico en vitaminas del grupo B,
luteína y zeazantina, ambos poderosos antioxidantes que nos protegen
de patologías oculares como la degeneración macular. Sin embargo,
si lo comemos en tortilla se convertirá en un alimento nocivo para
la salud. La yema del huevo es rica en colesterol, y la clara es rica
en hierro. Cuando se mezclan y se calientan al hacer una tortilla, el
hierro de la clara oxida el colesterol de la yema. Esto no ocurre con
los huevos duros, pasados por agua o fritos (siempre que se frían en
aceite de coco, que como hemos dicho no se estropea al calentarlo).
El
cloro del agua del grifo también reacciona con el colesterol
oxidándolo, y se coagula en las paredes de las arterias formando
placas. Es mejor instalar un filtro de agua en casa que renunciar a
algunos platos en la comida.
La
mayoría de los estudios que han encontrado una relación entre las
grasas saturadas y el riesgo de enfermedades cardíacas se han
realizado con grasas hidrogenadas (transaturadas), elaboradas de
forma artificial, cuya estructura molecular no existe en la
naturaleza. Sin embargo, docenas de estudios realizados concluyen que
el riesgo de enfermedades cardiovasculares aumenta cuando decrecen
los niveles de colesterol en sangre.
Más
del 50% de la gente que sufre su primer ataque cardíaco tiene
niveles normales de colesterol.
Cuando
estamos estresados no solo producimos hormonas como la adrenalina,
sino que el hígado aumenta la producción de colesterol. Este exceso
de colesterol puede provocar la formación de piedras en el hígado.
En
lugar de eliminar el colesterol de tu dieta, realiza limpiezas de
hígado con regularidad para reducir el riesgo de enfermedades
coronarias. Para que el hígado metabolice el colesterol y las grasas
de forma eficiente los conductos biliares deben estar limpios y
libres de obstrucciones. La mejor limpieza de hígado es la de la
doctora Hulda Clark, autora del ya clásico “La Curación es
posible”.
La
medicación contra el colesterol (estatinas) reduce de forma
artificial el nivel de colesterol en sangre, lo que induce al hígado
a producir más colesterol para equilibrar los niveles, justamente el
efecto contrario al deseado. Esta producción excesiva de colesterol
hace que este cristalice en los conductos biliares, convirtiéndose
finalmente en piedras. Las personas que toman medicación para el
colesterol normalmente desarrollan una cantidad excesiva de piedras
en el hígado.
Otro
de los efectos perniciosos de la medicación contra el colesterol es
que inhibe la formación de la coenzima Q10, cuya deficiencia
debilita el corazón. La CoQ10, abundante en la carne y las vísceras
de animales, es necesaria para la formación de energía en forma de
ATP y su deficiencia afecta a órganos que necesitan gran cantidad de
energía como corazón, cerebro, riñones e hígado.
Algunos
de los efectos secundarios de la medicación contra el colesterol son
debilidad, dolores musculares, incremento del riesgo de cáncer,
inhibición del sistema inmunitario, funcionamiento deficiente de los
riñones y amnesia.
Un
estudio realizado por el Programa del Corazón de Honolulu reveló
que las estatinas producen problemas en los ancianos. Este estudio es
uno de los pocos que controlaron los niveles de colesterol durante un
periodo de 20 años. Los resultados indicaron que las personas que
mantenían bajos niveles de colesterol durante 20 años (desde la
madurez a la vejez) tenían un mayor riesgo de muerte. (1)
El
estudio ASCOTT-LLA, el más grande realizado sobre la efectividad de
la medicación contra el colesterol en mujeres, encontró que las
mujeres que tomaban Lipidor (la medicación contra el colesterol más
popular del mundo) tenían un 10% más de ataques cardíacos. que las
mujeres a las que se le suministró un placebo. (1)
Referencias:
(1) Fallon S. Enig M. Dangers of Statin Drugs. HealthKeepers Magazine.
Vol. 8, Issue 2. 2006.
Bibliografía
-
Limpieza Hepática y de la Vesícula. Andreas Moritz. Editorial
Obelisco.
- La
Cura de Todas las Enfermedades. Dra. Hulda Clark.
-
Saturated Fat may save your life. Bruce Fife.
-
The Coconut Oil Miracle. Bruce Fife.
-
The Coconut Diet: The Secret Ingredient That Helps You Lose Weight
While Eating Your Favorite Foods. Cherie Calbom with John Calbom.
-
Virgin Coconut Oil: How It Has Changed People's Lives, and How It Can
Change Yours! Brian Shilhavy, Marianita Jader Shilhavy.
-
The Omega-3 Connection. Andrew L. Stoll.
-
Know your fats. Mary G. Enig, Ph.D.
-
Fats That Heal, Fats That Kill. Udo Erasmus.
-
Nutrition and physical degeneration. Weston A. Price, D.D.S.
-
Heart Failure. Thomas J. Moore.
-
The Facts About Fats: A Consumer's Guide to Good Oils. John Finnegan.
-
Cholesterol: Shock and the Alternative. Alan E. Baklayan.
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