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La "Magia" del Áloe Vera


Por su aspecto el aloe parece un cactus, pero en realidad pertenece a la familia de las liliáceas, como el ajo, el lirio, el espárrago o el tulipán. Es una especie de las llamadas suculentas, es decir, que contiene una gran cantidad de jugo. Precisamente ese succus cargado de extraordinarias propiedades es el que la convierte en la indiscutible reina de las plantas medicinales.

Ya en 1950 Reynolds describió en un estudio alrededor de 250 tipos de aloes distintos. Un nuevo recuento realizado en 1998 arrojaba la cifra de 340 especies. La hibridación por polinización o por manipulación humana es constante, por lo que el número de nuevas especies no para de aumentar. De entre todos los aloes sólo algunos poseen propiedades terapéuticas (aloe vera barbadensis, aloe arborescens, aloe feroz, aloe chinensis, aloe socotrina, aloe vulgaris…). Aquí nos referiremos al Aloe Barbadensis Miller, también conocido como aloe vera (verdadero aloe), especie que por sus extraordinarias cualidades centra la mayoría de los estudios, y de la cual se han constatado mediante multitud de ensayos y análisis bioquímicos que posee un cóctel de moléculas activas que interactúan sinérgicamente y resultan esenciales para la prevención y curación de numerosas enfermedades y dolencias.

El aloe es una planta que crece espontáneamente en las zonas rocosas y áridas, normalmente entre los 600 y 1800 m de altitud. Es muy común en África (de donde procede), especialmente en Provincia del Cabo (Sudáfrica) y en las montañas del África tropical; también podemos encontrarlos en el Caribe, Centro y Sudamérica, China, Tailandia, Camboya, Pakistán y en algunas regiones de Estados Unidos (Texas, Florida…).

El aloe es una planta herbácea y perenne, de hojas grandes, alargadas y suculentas, cóncavas y planas en la parte superior, y convexas en la inferior, generalmente dentadas y espinosas. La encontramos dispuesta en roseta o mata, con tallo o sin él. Su inflorescencia parte de una espiga compuesta por varios racimos largos recubiertos por un gran número de flores pequeñas y coloridas, normalmente amarillas, rojas o naranjas. Su cualidad de planta xerófila la vincula a suelos áridos, bien drenados y con ligeros desniveles, aunque también pueden crecer en tierra fértil sin riego, siempre que un talud y un buen drenaje permitan la eliminación del agua sobrante.

Es, como todas las liliáceas, fanerógama, es decir, posee flores y por lo tanto puede reproducirse mediante semillas. No obstante, al crecer en climas adversos y en condiciones difíciles ha desarrollado la cualidad de producir clones, pequeños retoños que nacen a partir de la planta madre por el método conocido como vegetativo.

Como ya hemos dicho el aloe es un planta suculenta, y como tal se encuentra en las regiones semidesérticas, donde las precipitaciones son escasas y la humedad del suelo baja. Para resistir la sequía el aloe ha desarrollado una serie de características específicas con las que solventar sus problemas. Para ello posee una compleja y eficiente red de pequeñas raíces que absorben rápidamente la humedad. Sus tejidos celulares son esponjosos y blandos para almacenar mejor el agua y evitar que se evapore, contienen un mucílago (sustancia vegetal que tiene la propiedad de absorber el agua y retenerla) que alimenta a la planta y facilita la fotosíntesis. Otra característica que favorece la retención de agua son los estomas, pequeños orificios situados en la superficie de las hojas que abren para realizar el intercambio gaseoso que origina la fotosíntesis, y se cierran cuando dicha función ha sido realizada, evitando así la evaporación. Una particularidad del aloe vera es que, a diferencia de la mayoría de las plantas, utiliza el día para la absorción de anhídrido carbónico, mientras que por la noche expulsa oxígeno.

Es muy común confundir los aloes con los ágaves, conocidos comúnmente como pitas. A diferencia de los aloes los agaves son duros y fibrosos, con espinas más fuertes y agudas, sólo florecen una vez a lo largo de su vida y sus hojas jóvenes no se agrupan de forma cónica.

¿Cómo se cultiva y se cuida?

El aloe es una planta que soporta bien el frío, pero no la humedad. Por eso es importante cultivarla en un terreno con fácil drenaje, en maceta o directamente en el suelo. Si plantamos en maceta esta no debe ser demasiado grande, pues la raíces proliferarían en detrimento de las hojas, como referencia podemos tomar la longitud de la hoja de aloe dividida entre dos para calcular el diámetro de la maceta, es decir, si la hoja mide 30 cm, el tiesto debe tener 15 cm de diámetro. Es importante elegir una arena con un pH ligeramente ácido, pues los suelos demasiado alcalinos retrasan el crecimiento del aloe.

Si la planta está en el exterior es importante que reciba viento moderado para que su tallo se fortalezca, aunque hay que evitar que sus hojas se mojen demasiado por efecto de la lluvia o el riego, si esto ocurre es preciso secarlas para que no se pudran. Si es de interior lo mejor es que reciba luz intensa pero filtrada y que esté oriente al sur o al este.

El aloe prospera mejor cuando no sufre cambios bruscos de temperatura y esta oscila entre 20 y 25 ºC.

La mejor época para sembrar es la primavera, cuando el ciclo vital de la planta es más activo, si elegimos sembrar sobre suelo lo mejor es hacerlo en terrenos ligeramente inclinados o pequeños taludes, para que pueda drenar el exceso de agua que reciba de la lluvia o el riego. Si plantamos en maceta hay que poner en el fondo del tiesto dos dedos de gravilla para asegurar el buen drenaje. La siembra debe hacerse a partir de acodos o clones, estos se extraen fácilmente de la planta madre, ya que el aloe posee raíces poco profundas y basta extraer el acodo de la tierra con ayuda de un cuchillo. Conviene dejar el acodo unos días antes de plantarlo en una maceta independiente, la extraordinaria capacidad de cicatrización del aloe lo mantendrá en buen estado hasta que sea trasplantado. Conviene que el clon que vamos a trasplantar tenga al menos 20 cm de longitud para que pueda prosperar con garantías. Es conveniente cambiar la maceta una vez al año y añadir algún fertilizante para que la planta tenga un ritmo de crecimiento óptimo. Tras el trasplante hay que regar el aloe abundantemente y dejarla en un lugar cálido para que las raíces se asienten con solidez. Una vez que alcance su estado adulto (a partir de los 3 años) sería suficiente con usar fertilizante una o dos veces al año.

El aloe debe regarse poco, aunque en profundidad. Al tratarse de una planta xerófila, si la tenemos en tierra no suele necesitar riego durante el invierno y en verano basta con regarla una vez al mes. Si el aloe está en maceta el riego varía según el mes del año, en invierno suele bastar una vez al mes, en primavera y otoño dos veces al mes y en verano una vez por semana. Para saber si necesita agua podemos hundir el dedo hasta el nudillo y si sentimos humedad en la yema del dedo es que la planta no requiere agua, si lo notamos seco la planta necesita ser regada.

Es preferible usar agua de lluvia o filtrada, pues es común que el agua del grifo esté fluorada o tenga un alto contenido en cloro, lo que podría retrasar el crecimiento de la planta. Si nuestro aloe no prospera adecuadamente es conveniente observar los siguientes síntomas:

  • Si las hojas son demasiado delgadas y replegadas al interior la causa más probable es falta de riego, si la planta está en interior hay que considerar que las calefacciones resecan mucho el ambiente y quizá requiera un aporte de agua extra.
  • Cuando las hojas tienden demasiado a la verticalidad es muy probable que los retoños (si existen) estén absorbiendo parte de los nutrientes que necesita la planta madre, con lo que habría que trasplantarlos. También puede deberse a que la plante recibe poca luz y habría que ponerla en un lugar más soleado.
  • Cuando las hojas se doblan formando pliegues existen tres causas probables: exceso de agua, que la plante se encuentra en su fase de reposo, o bien que planta necesita una temporada en el exterior para ser expuesta al viento y que sus hojas se fortalezcan.
  • Si el color de las hojas se oscurece lo más probable es que la causa sea el exceso de luz directa. - Si aparecen manchas en las hojas es muy probable que sea a causa del flúor que contiene el agua del grifo, en ese caso habría que usar agua filtrada.
  • Cuando el crecimiento de la planta es muy lento se puede deber a diversas causas: demasiados fertilizantes, agua y/o suelo muy alcalinos, demasiado riego, demasiados retoños junto a la planta madre, maceta demasiado grande o demasiado pequeña (recordar la fórmula de diámetro de la maceta=1/2 de longitud de las hojas).
  • Si las hojas se despegan o pudren en la base puede deberse a un parásito (poco común) o al exceso de riego. Pese a todo el aloe es una planta bastante resistente y con gran capacidad de adaptación, si cuidamos no excedernos con el riego, le proporcionamos una luz adecuada y una maceta de un tamaño idóneo, retiramos los retoños cuando sus hojas llegan a los 20 o 25 cm, cambiamos la arena y la abonamos una vez al año, lo más probable es que prospere sin problemas y podamos usarla aprovechando todos sus principios activos. Es importante resaltar que para que estos sean realmente efectivos la planta a de tener al menos tres años. 


Aplicaciones y usos terapéuticos

La planta de aloe vera se utiliza para resolver muchos problemas, principalmente los relacionados con la piel, aunque no todos. Aquí presentamos ordenados alfabéticamente algunas de sus aplicaciones terapéuticas más importantes.

ACIDEZ DE ESTÓMAGO
El aloe normaliza el pH, reduce la acidez de estómago y favorece el equilibrio de las bacterias gastrointestinales. Además, la aloemodina actúa sobre la mucosa intestinal, regulando su correcto funcionamiento.

ANTIENVEJECIMIENTO
Al aloe se le atribuyen propiedades rejuvenecedoras, ya que tiene una gran capacidad de aumentar la producción de células fibroblásticas, que se encuentra en la dermis y son las responsables de la formación de colágeno, además de aportarle proteinas, que mantienen la piel tersa y flexible. Al acelerarse la producción de colágeno se atenúan las arrugas existentes y se reduce la aparición de otras nuevas.

ARTRITIS Y REUMATISMO
La artritis es una inflamación que afecta a las articulaciones, provocando rigidez y dolor intenso. En algunas ocasiones aumentan el líquido sinovial, que lubrica las articulaciones, lo cual provoca hinchazón e impide la libertad de movimientos.
El reumatismo es un trastorno inflamatorio que afecta los tejidos blandos, ligamentos, tendones y músculos que rodean las articulaciones.
La capacidad enzimática del aloe vera favorece la completa digestión de los nutrientes, evitando la formación de sustancias no digeridas, responsables de la reacción antígeno-anticuerpo, muy común en la mayor parte de los procesos reumáticos y artríticos.
Además, el ácido acetilsalicílico que se encuentra en esta planta contribuya en gran medida a reducir el dolor y la inflamación que provocan los procesos reumatoides o artríticos.

ASMA
El asma es un problema respiratorio que suele ir acompañado de bronquitis. Durante una crisis asmática el enfermo siente una gran dificultad para respirar y suele sentirse sofocado, con el pecho oprimido y cargado, y ha de toser a fin de liberarse de esa mucosidad. El aloe tiene un efecto broncodilatador y ayuda a aliviar con rapidez estos síntomas. Pero también es inmunomodulante y antiinflamatorio, por lo que reduce los síntomas del asma alérgico.

CAÍDA DEL CABELLO
El estrés, una mala dieta, los trastornos hormonales o el mal uso de los cosméticos capilares hacen que vayan aumentando de forma importante entre la población los problemas relacionados con la caída del cabello, y cada vez más personas acuden a las consultas de los dermatólogos. El aloe es una solución muy efectiva, ya que tiene una composición similar a la queratina, y la composición de sus complejos de aminoácidos es idéntica a la del folículo del cabello. Además ejerce una acción bactericida y fungicida que elimina la seborrea, mientras que su acción enzimática arrastra las células muertas del cuero cabelludo.

CICATRIZACIÓN DE HERIDAS
El aloe permite una cicatrización más rápida (hasta un 50%) sin que se formen queloides, ya que reconstruye los tejidos, sin impedir mientras tanto, que el oxígeno llegue a la herida.

COAGULANTE
Su contenido en calcio, potasio y celulosa hace que el aloe provoque en las lesiones una red de fibras que aseguran las plaquetas de la sangre, ayudando a que coagulen y cicatricen.

COLESTEROL
Consumido habitualmente en forma de jugo, esta planta medicinal puede reducir los niveles de colesterol, gracias a que contiene ingredientes que lo emulsionan y facilitan su eliminación del organismo. Según algunos estudios, una dosis diaria de jugo de aloe puede disminuir el nivel de colesterol en la sangre entre 12 y 14 puntos.

DIENTES
El aloe tiene una acción bactericida sobre la placa dental, reduce su proliferación y permite una limpieza profunda de los dientes.

DIGESTIÓN
Esta planta es muy rica en las enzimas de la digestión, y rehidrata y regenera el aparato digestivo, neutraliza el pH (como agente alcalinizador) y estimula la flora bacteriana, mejora la absorción de las sustancias nutritivas y la destrucción de los residuos. Elimina asimismo las flatulencias que pueden producir los residuos gástricos.

DOLOR
Tiene un efecto sedante gracias a su contenido en analgésicos naturales, por sus propiedades antiinflamatorias y su capacidad de penetrar en las capas más profundas de la piel.

HIDRATANTE
Es un humidificador perfecto para la piel, por una parte gracias a su capacidad de trasportar nutrientes y humidificar todas sus capas facilitando su total absorción; por otra parte debido a la acción de los polisacáridos, que ejercen un efecto barrera, impidiendo la pérdida de agua natural de la piel.

HIPERTENSIÓN
Según algunos autores, el consumo continuado de aloe vera normaliza la tensión arterial en pocas semanas.

MANCHAS
El aloe se emplea como tratamiento contra la hiperpigmentación cutánea (manchas en la piel), habitual en personas de edad avanzada y cada vez más entre los jóvenes que se han expuesto demasiado al sol. Elimina la acumulación de melanina causante de las manchas oscuras. Para conseguir este efecto no es necesario acudir al gel, basta con con aplicar directamente la hoja de aloe sobre la piel.

PIEL
Además de sus acciones hidratante, antiséptica, antibiótica y antibacteriana, el gel de aloe vera aumenta hasta en 8 veces la producción de las células responsables del colágeno natural. Todas estas propiedades favorecen la regeneración celular y, por este motivo, esta planta encuentra aplicaciones en la cura de problemas de distinto tipo: acné, psoriasis, dermatitis, celulitis, eczemas, , hemorroides, arrugas, verrugas...

PROTECCIÓN CONTRA RAYOS UV
Los rayos ultravioleta alfa (UVA) son los principales responsables de las quemaduras solares que, a corto plazo pueden provocar dolor y, con el tiempo, el envejecimiento e, incluso, cáncer de piel. El arma principal que tiene el cuerpo para defenderse de las radiaciones UV es el pigmento de la piel, la melanina, que actúa como una barricada, absorbiéndolos y dispersándolos.
Que el color de una persona sea oscuro, se explica porque existe más melanina en las capas exteriores de su piel, aunque esto no le garantiza una protección total frente al efecto del sol. Muchos de los filtros solares que existen en el mercado contienen componentes que dispersan los rayos UV de un modo similar a la melanina. Algunos de ellos incluyen aloe vera para hidratar la piel seca y dañada, y formar una pantalla protectora contra ellos.

PSORIASIS
La psoriasis es una enfermedad de origen aún desconocido que, curiosamente, se da en todos los países del mundo. Se caracteriza por la aparición de manchas circulares de piel escamosa, rosadas o de color rojo amoratado. Se localiza sobre todo en la zona de las rodillas y los codos y, a veces, en el cuero cabelludo o en la parte superior de la frente. En contadas ocasiones aparece en el rostro.
Uno de los principales problemas de esta enfermedad es que, en el momento en que aparece, tiende a persistir durante mucho tiempo y es extraordinariamente difícil de curar, aunque no es contagiosa. Todos los tratamientos existentes en la actualidad son, en el mejor de los casos, simples paliativos y algunos, como los corticoides, suelen tener numerosos efectos secundarios.
Hace algunos años que los médicos están tratando esta afección con cremas de aloe, combinadas con el consumo interno de éste y una dieta equilibrada (con exclusión absoluta de alimentos procesados, azúcares y grasas animales) reforzada con complejos vitamínicos y antioxidantes.

QUEMADURAS
La eficacia del aloe vera para tratar las quemaduras es debida a tres factores que actúan de forma conjunta. En primer lugar los componentes de la planta tienen una estructura como la del ácido acetilsalicílico (aspirina) que, combinado con el magnesio, también presente en esta planta, producen un efecto anestésico en la zona tratada. En segundo lugar, cubre un amplio espectro antimicrobiano, lo cual favorece la asepsia de la quemadura y evita su infección. Y, finalmente, actúa sobre el mecanismo de las prostaglandinas, a través del cual la célula mantiene su integridad.
El aloe vera acelera el proceso de curación de las quemaduras, estimula el crecimiento de células sanas de la piel y limita la producción del tejido de las cicatrices. Aunque se desconoce la explicación de este mecanismo, diversos estudios han constatado que el aloe produce una regeneración tan rápida en el organismo, que nuevas células cutáneas de la epidermis se cierran alrededor de la zona afectada sin producir costra ni cicatriz. El cuerpo sigue produciendo una protección semejante a una costra, pero esta no tiene una textura gruesa y áspera. Por debajo de ella se encuentra el tejido cutáneo sano y no el tejido queratinizado, ni el de una cicatriz.

SEBORREA
Combate la seborrea principalmente en virtud de su acción antibacteriana y fungicida.

TÓNICO Y RECONSTITUYENTE
En función del gran caudal de nutrientes que aporta el jugo de esta planta, puede emplearse sólo como tónico y reconstituyente, siempre que se haya eliminado cuidadosamente la aloina. Son muchas las personas que beben jugo de aloe como prevención o como desintoxicante natural. Además, al tener 8 calorías por cada 28 gramos de zumo, también resulta adecuado para aquellas personas que siguen dietas de adelgazamiento.

TORCEDURAS Y ESGUINCES
Las cremas de aloe son muy populares entre los deportistas que se dedican al atletismo, y muchos entrenadores utilizan gel de aloe mezclado con aspirina para tratar el dolor y los derrames periféricos relacionados con las torceduras y esguinces. Al parecer, el extraordinario poder de penetración de la planta introduce rápidamente la aspirina a través de la piel, facilitando su paso a la corriente sanguínea. Al unirse los efectos analgésicos y antiinflamatorios de la aspirina y el aloe, el resultado es rápido y eficaz.

ÚLCERAS BUCALES 
El aloe se emplea para tratar gingivitis, úlceras bucales, ampollas y herpes simple. El gel reduce el dolor, el sangrado y la inflamación, al mismo tiempo que es bactericida, antiviral y fungicida. Se usa incluso para combatir el sarro, pues inhibe el crecimiento del estreptococo mutants, bacteria responsable del mismo. El fosfato de manosa, uno de los ingredientes del gel, actúa como agente de crecimiento de los tejidos y se ha comprobado su efecto cicatrizante sobre distintos tipos de úlceras, especialmente las bucales.

VARICELA
El uso tópico del gel de aloe calma el prurito, desinfecta y cicatriza sin producir queloides.

El aloe vera en la Historia

Aunque no ha podido constatarse, lo más probable es que el aloe se usara ya en la prehistoria. Si consideramos que durante el paleolítico el hombre basaba su supervivencia en los productos que tomaba de la naturaleza resulta verosímil pensar que, observando la asombrosa capacidad de autocuración y cicatrización que posee esta planta, sintiese el impulso de utilizarla para curar y cicatrizar sus propias heridas.

Los primeros testimonios fidedignos sobre el conocimiento del aloe por parte de la humanidad los encontramos en Egipto. Datan aproximadamente del 3000 a. de C., son representaciones pictóricas que adornan algunas tumbas y monumentos funerarios. Existen dibujos en los que se representa la planta del aloe atribuidos a un pintor de corte que vivió durante la dinastía del primer emperador chino, Fu-Hsi, hacia el 2700 a. de C.

La noticia epigráfica más antigua que se conserva sobre el uso medicinal del aloe vera aparece en unas tablas de arcilla cocida que proceden de Sumeria, fueron escritas hacia 2100 a. de C. y en ellas se describen mediante signos cuneiformes las propiedades laxantes de la planta.

A pesar de que el aloe se cita en textos anteriores, como los códices del emperador Shon-Nung (hacia el 1800 a. de C.), o algunas tablillas babilónicas de esa misma época, se considera el papiro Ebers o El Libro Egipcio de los Remedios ( 1550 a. de C. ) como el primer compendio médico en el que aparecen fórmulas para la fabricación de elixires con el zumo de aloe.

Hacia el 700 a. de C., el Ayurveda hindú, también dedicado a la medicina natural, atribuye al aloe propiedades curativas en dolencias relacionadas con el hígado y los aparatos digestivo y respiratorio; y aplicado de forma externa para curar quemaduras, heridas, herpes, cortes… Sabemos que, además, a partir del siglo VI a. C. se usaba en la India para acondicionar el cabello y mejorar el aspecto de la piel. Los hindúes creían que la planta del aloe vera crecía en los jardines del Edén y la llamaron "la curadora silenciosa ".

Los médicos tradicionales de la antigua China la consideraron como una de las plantas con mayores propiedades terapéuticas y la llamaron "el Remedio Armónico ". Entre los códices más antiguos figura el Libro de las hierbas medicinales, una auténtica enciclopedia escrita en 10 tomos en la que se aconseja aplicarse aloe como un eficaz remedio contra quemaduras, esguinces, torceduras, heridas, picaduras y todo tipo de lesiones externas. Asimismo se recomienda su ingestión para tratar afecciones renales, hepáticas, digestivas y como laxante, reconstituyente y tónico general.

En el siglo V a. de C., el griego Hipócrates (460-377 a. de C.), padre de la medicina moderna, alude en numerosas ocasiones al aloe en su Canon de Medicina, una gran enciclopedia médica de la que conservamos algunos tomos. Hipócrates revolucionó la medicina gracias sobre todo a la modernidad de su ideario, pensaba que "en la naturaleza había un remedio para cada enfermedad" y que no existía una dolencia tan grave que no tuviera cura, pues "para grandes males, grandes remedios". Hipócrates recoge en sus escritos el uso del aloe para tratar quemaduras, picaduras de insectos, heridas…, Un siglo más tarde, sin duda inspirado en el canon de Hipócrates, Teofrasto incluye en su Tratado de las causas de la vegetación todas estas aplicaciones del aloe vera y añade algunas otras. Algunos autores sostienen que fue Teofrasto (384-287 a. de C.) quien sugirió a Aristóteles la conveniencia de aprovisionarse con grandes cantidades de esta planta para tratar las heridas que las tropas de Alejandro Magno sufrían durante sus innumerables conquistas. Según la leyenda, unos de los motivos de su expedición a la India fue precisamente la conquista de la isla de Socotra, en la costa este africana, al sur de Arabia. Esta isla era el principal centro de producción de Aloe y la base de todo comercio fenicio con esta planta. Con la conquista de Socotra, Alejandro Magno se aseguraba una provisión permanente de Aloe para curar las heridas de sus soldados.

Ya en el siglo I de nuestra era, el botánico y médico griego Dioscórides (41-90 d. de C.) se refiere al aloe en su De materia médica, atribuyéndoles propiedades purgantes, preventivo de infecciones, fortalecedor del estómago e intestinos, calmante del dolor y eficaz en el tratamiento de llagas, quemaduras, hemorroides, cortes, alopecia, eczemas… Sitúa asimismo el origen de la mayoría de las especies de aloe en África, distanciándose así de Teofrasto, que lo creía oriundo del lejano oriente. La obra de Dioscórides ejerció una enorme influencia en el mundo árabe, donde se difundió extensamente, gracias a ello el aloe goza hoy de una merecidísima buena fama en el mundo musulmán.

Al mismo tiempo, en el imperio romano surge la figura de Plinio el Viejo (23-79 d. de C.), autor de un extenso tratado titulado Naturales Historia, donde recoge y amplía muchas de las recetas de Dioscórides. Plinio atribuye al aloe la curación de úlceras, llagas, quemaduras, heridas…, no obstante, al igual que hizo Heródoto con algunos episodios de su Historia para los que no tenía fuentes, fabuló y superpuso supersticiones y creencias mágicas a ideas científicas, aunque sin abandonar el sentido común ni la casuística, ya que basó muchos de sus remedios en el ensayo y la observación.

Galeno (129-200 d. de C.) fue el último gran médico de la Antigüedad que se ocupo del aloe en su obra, Ars Medica, basada en el concepto hipocrático de que todas las respuestas a las enfermedades humanas estaban en la naturaleza.

En muchas regiones del sur de África, como el Cabo de Buena Esperanza, Etiopía y Somalia se usaba el aloe desde tiempos inmemoriales para lavar el cuerpo y los cabellos. Con lo que conseguían una eficaz protección contra el sol y un fantástico repelente de todo tipo de insectos, lo usaban asimismo para eliminar su olor corporal cuando iban de caza y para curarse todo tipo de heridas.

Con la llegada del cristianismo, las sagradas escrituras citan de nuevo el aloe a través de San Juan:
"También fue Nicodemo, el que había ido de noche a ver a Jesús, llevando unas cien libras de mirra perfumada y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, según la costumbre de enterrar de los judíos." (Jn 19, 39-40)

Aunque el historiador Flavio Josefo (37- 95 d. de C.) aclara en su obra Antigüedades Judías que ese aloe de la Biblia es una variedad de agaloco, llamado antiguamente "palo de aloe", y que usaba en sahumerios y carpintería:
"…Se lavaba el cuerpo con agua de nardos, incienso, clavo y palo de aloe, pero no el que resulta de machacar las hojas de la planta, sino el que procede de la India y los griegos llaman agaloco, de perfume exquisito…"

A partir del siglo VIII, los árabes, conocedores de las virtudes de esta planta a través de Dioscórides y a la que ellos llamaban "Lily del desierto ", la usaban tanto de forma interna como externa.

Durante la Edad Media, y bajo el dominio musulmán, existían en Al-Andalus grandes plantaciones de aloes, entusiastas propagadores del uso medicinal del acíbar, que utilizaban a menudo como purgante. A ellos debemos la difusión del aloe en Europa, y especialmente en España y la cuenca mediterránea, donde se impuso además como planta ornamental.

En el siglo X, el filósofo médico persa Avicena (ibn Sina) estudió y desarrolló remedios elaborados con plantas medicinales, entre ellas el aloe, del que dice que es especialmente eficaz para tratar las afecciones oculares y la melancolía (sic).

En el siglo XII el médico italiano Matteo Plateario escribe el Liber de simplice medicina, uno de los tratados medievales más rico y detallado sobre las propiedades curativas de plantas y minerales. En él habla del aloe como una planta mágica que crecía en Babilonia, desde donde se repartía por todo el mundo a través de sus ríos. También en el siglo XII, el médico cordobés Averroes, cita el aloe en su obra médica para tratar algunas dolencias. En esta época Al-andalus es el principal foco de cultura y ciencia, de allí proceden algunos de los mejores médicos de la época (Arib ibn Said, Abulcasis, Al gafiqi, Isaac… ), y es notable la presencia del aloe en todos los herbarios.

Durante toda la Edad Media el aloe siguió formando parte del acerbo cultural, a pesar de que algunos textos grecolatinos se perdieron o fueron mal traducidos, el aloe se siguió utilizando como tónico estomacal, purgante, cicatrizante, desinfectante… Se dice que los templarios tomaban un bebedizo a base de cáñamo, vino de palmera y pulpa de aloe cocidos al que llamaban "elixir de Jerusalén", y al que atribuían su buena salud y su longevidad.

Aunque hasta finales del siglo XV y principios del XVI no se desarrolla la botánica como una ciencia propiamente dicha, el cultivo de plantas medicinales está documentado ya en el siglo XIII. El invento de la imprenta difundió la nueva ciencia por todo el mundo. También Colón, en sus viajes a América, observó como utilizaban el aloe en distintas islas del Caribe parar curar ampollas, heridas y picaduras de insectos:
"Cuatro son los alimentos que resultan indispensables para el bienestar del hombre: el trigo, la uva, la oliva y el aloe. El primero lo alimenta, el segundo levanta su ánimo, el tercero le aporta armonía y el cuarto lo cura" (Cristóbal Colón, 1451-1506).

Esto demuestra que el aloe existía también en el continente americano y no llegó allí con la conquista, como se ha afirmado alguna vez. El aloe forma parte de las tradiciones indígenas americanas, se conocía desde tiempos inmemoriales y tenía una gran importancia curativa y espiritual, tanto para los indios que habitaban el centro de México como para la civilización Maya.

Sin embargo, tras la conquista de América, fueron los jesuitas españoles los que más contribuyeron a su expansión por todo el continente. Llevaron el conocimiento del aloe a los distintos lugares de América donde establecían sus misiones. De esta manera extendieron su cultivo y utilización por toda América. Introdujeron la planta en puerto Rico, en Jamaica y, probablemente, también en Barbados, de la que procede su nombre científico, Aloe Barbadensis. Hay también evidencias de que fueron los jesuitas quienes llevaron el aloe a las Antillas holandesas e incluso a Filipinas.

En el siglo XVI Paracelso se refiere al aloe en su Botánica Oculta de la siguiente manera "…misterioso y secreto el aloe, cuyo jugo de oro cura las quemaduras y los envenenamientos de sangre".
No obstante, ya se por la desaparición de la cultura árabe en el viejo continente, o por lo poco propicio de su clima para cultivar el aloe, durante el Renacimiento cayó casi en desuso y su consumo se ciñó al polvo concentrado que, proveniente de los países tropicales, se usaba como laxante. En Europa el aloe perdió su fama de planta curativa y en muchos casos sus virtudes se consideraron más un mito que algo real, pues al utilizar la planta que venía de climas más cálidos este llegaba mermado en sus propiedades y apenas tenía efecto. Este fenómeno fue básicamente Europeo, pues en las costas mediterráneas, norte de África, Medio Oriente, América y la India siguió cultivándose y usándose profusamente. En estas zonas podían utilizarse las hojas frescas y el aloe resultaba realmente efectivo ya que, debido a su rápida oxidación, debía consumirse rápidamente...

Durante la Segunda Guerra Mundial se redescubrió el valor terapéutico del aloe y ha sido en nuestros días cuando sus propiedades se han probado clínicamente.

Curiosamente, el primer logro del aloe en su reconocimiento médico se produjo cuando aparecieron los primeros aparatos de rayos X. Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por el doctor Collins y su hijo a partir de 1934 se comprobó la extraordinaria eficacia de esta planta para curar las quemaduras que, al principio, los rayos x producían a pacientes y médicos. A partir de estas investigaciones, que se prolongaron durante 20 años, el aloe recobró su popularidad y se recuperaron muchas de las aplicaciones perdidas durante la Edad Media y el Renacimiento, diversos estudios, principalmente en Estados Unidos y la antigua URSS demostraron las propiedades curativas del aloe en dolencias tales como úlceras, eczemas, quemaduras y un amplio espectro de enfermedades cutáneas. En 1964 Salisbury y Lorezzeti demostraron que el aloe inhibía la acción de algunas bacterias, como la salmonena o el estafilococo, causantes entre otras afecciones de los forúnculos o la fiebre tifoidea.

En la década de los sesenta varios médicos americanos demostraron que el aloe inhibía el desarrollo de gran variedad de microbios causantes de diversos tipos de infecciones; en Japón se demostraron sus propiedades antiinflamatorias y en 1970 el farmacéutico Bill Coats consiguió separar la aloína de la corteza y estabilizar el gel tomado de la hoja añadiéndole vitamina C (ácido ascórbico), vitamina E (tocoferol) y sorbitol, lo que masificó el uso del aloe y creo una industria asociada a esta planta.

Como tomar el Aloe vera

Algunas formas de tomar Aloe;

La mejor manera de comer Aloe Vera es disponer de la penca [hoja] fresca y a partir de ella obtener los preparados o simplemente comer la pulpa como se explica mas abajo. En algunos sitios además de productos de Aloe se puede comprar fresco.

Esto no siempre es posible para todo el mundo y entonces tendrá que adquirirse algún producto de mercado preparado.

Para saber si un preparado de Aloe es genuino se puede practicar una sencilla comprobación. Se trata de poner en un vaso un poco de agua y mancharla con yodo o alguna solución yodada como la que se usa para las heridas por ejemplo. Sobre el agua teñida se vierte un poco del Aloe comercial que deberá de limpiar el agua y dejarla otra vez transparente.

Tónico

Para la fatiga, dos cucharas de Aloe vera y una de miel disueltas en un vaso pequeño de vino quinado o similar.

La pulpa interior sin la piel se machaca en el mortero y se pasa por un colador de rejilla apretando o se usa un pasa purés o una batidora o se usa un jugo comercial preparado, de buena calidad.

Vino Tónico: El gel de Aloe vera fermentado con miel y especias recibe el nombre de "kumaryasava" en la India y se emplea como tónico contra la anemia y los trastornos digestivos y hepáticos.

Nutritivo

Para comer Aloe se corta la hoja por la base y se deja reposar en un vaso con el corte hacia abajo, para que suelte gran parte de la amarga aloína. Para quitarle mas amargor se pone en otro vaso con agua y se deja reposar unas horas. Se le quitan las espinas pasando un cuchillo y se pela. Se ha de tener un rato en la boca y masticarla, hasta que esta quede líquida antes de tragarla. Si resulta amargo los trozos pelados se pasan primero por agua.

Los trozos pelados de Aloe se pueden agregar a macedonias, ensaladas etc... Siempre que no sean cocinados.

Es interesante como complemento alimenticio y aporte de agua metabolizada y purificada por la planta.

Isotónico

(Otra manera de tomar Aloe es someter al Aloe a la fermentación con los gránulos de tíbicos. De esta manera sus jugos estarán mas diluidos y predigeridos siendo así mejor asimilados y las propiedades de ambos serán asociadas. Los tíbicos además de su contenido probiótico ofrecen también un polisacárido, que junto al del Aloe, además de obtener una bebida isotónica esplendida, puede prevenir y beneficiar en la diabetes como complemento alimenticio y terapéutico y trabajar en sinergia con las medicinas prescritas. Los trozos de Aloe pelados después de fermentar todavía se podrán comer.

Para hacer la bebida de tíbicos de agua y a la vez preparar el Aloe para comer, se hace como se explica mas arriba en, comer Aloe, suponiendo que se quiera quitar el amargo acíbar. El Aloe se pela, se corta en trozos y se agrega a la elaboración de tíbicos.

Si además le agregamos agua de coco en sustitución del azúcar ya no solo tendremos un matrimonio entre dos ases sino un autentico trío de ases, ya que el agua de coco es un autentico suero fisiológico que detiene los deseos por el azúcar completamente. El agua de coco, es biológicamente pura, con un sabor muy agradable y colmada de sales, azúcares y vitaminas.

En lo referente a los efectos sobre la diabetes y recordando que de lo que aquí se trata es de suplementación alimenticia, nunca sustituirá a ningún tratamiento prescrito, sino como un apoyo colaborador "puesto en conocimiento del médico" que puede mejorar la salud y reducir las cantidades de insulina recetadas. A no ser que lo prescribiera un Doctor en Medicina Natural, que viera una posible prevención y tratamiento a tiempo)

Energético

Ingredientes:
1 hoja mediana de Aloe
1 vaso con agua
1 limón
miel de abeja (natural)
canela (opcional)

PREPARACIÓN:
El Aloe con su cáscara pero sin las espinas y cortado en pedacitos se bate con un vaso de agua, limón y miel al gusto y se filtra (la sábila sabe amarga y el limón y la miel enmascaran el amargor)
Se toma una hora y media antes de desayunar (El Aloe es un alimento muy fuerte y conviene esperar a que se digiera bien).

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